Una publicación de NTC …
MATRIZ de esta página: IGNACIO RAMIREZ PINZÓN
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Ignacio Ramírez Pinzón
Nacho, Cronopio
Ignacio Ramírez Pinzón
Nacho, Cronopio
(Bogotá, 1944 - Bogotá, Diciembre 19, 2007, de madrugada - "Aún hay más ...")
EN MEMORIA Y RECONOCIMIENTOS
EN MEMORIA Y RECONOCIMIENTOS
maestro de la vida, el coraje, la solidaridad…y para que viva dentro de nosotros como fuente de inspiración en cuanta empresa nos dicte la pasión por el arte, la literatura y el sentimiento de pertenencia a una comunidad de valores, de principios éticos que defiendan el respeto a la vida, su goce y disfrute y el bien común, sobre todo esto… . Con afecto, Consuelo Triviño Anzola (Dic. 21/07)
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Una llama que, en su memoria, trataremos de mantener
siempre encendida en internet,
en donde tanto trabajó "por puro amor al arte" ...
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siempre encendida en internet,
en donde tanto trabajó "por puro amor al arte" ...
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Cronopios llega (llegaba) diariamente a su buzón de correo electrónico porque usted o algún amigo suyo lo ha solicitado. Cronopios trabaja por puro amor al arte. La Red Internacional de Cronopios se extiende por todo el mundo y llega a más de 50 mil suscriptores gratuitos. Nuestros artículos son reproducidos por más de 30 diarios y revistas de Colombia y medios impresos internacionales, lo mismo que numerosos sitios Internet. Si desea que su nombre sea retirado de nuestra base de datos, háganoslo saber. Cronopios es una casa de puertas abiertas. Si le gusta Cronopios, pase la voz…
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Textos y mensajes derivados de la noticia y sobre Ignacio y su obra de :
Lina María Pérez, Gustavo Álvarez Gardeazábal, Omar Ortiz Forero, Armando Romero, Leopoldo de Quevedo y Monroy, Oscar Domínguez, UNEDA - Unión de Escritores de América, Consuelo Triviño Anzola, Carlos Orlando Pardo, Gustavo Páez Escobar, Lina María Pérez Gaviria (Dic. 23/07), Efer Arocha (Paris, Dic. 19-23), Jorge Bustamante García (dic. 26/07), Anabel Torres (dic. 19/07 – En. 1/08), Fabio Martínez, Juan Manuel Roca, Noticia en El Tiempo (Dic. 21/07), ..., y enlaces a otras publicaciones de NTC … sobre Ignacio ...
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GALERIA DE FOTOGRAFÍAS e IMAGENES (en construcción ... ):
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CÓMO NOS LLEGO LA NOTICIA
Catala final para nuestro Cronopio.
Date: Wed, 19 Dec 2007, 05:47:30 AM
From: Lina María linmarperez@gmail.com (Un nuevo texto de ella de Dic. 23/07, más adelante)
Subject: Catala final
Ignacio esperó paciente. Por fin la muerte lo liberó a la vuelta de cualquier minuto en ésta madrugada. En el prólogo de Fantasmas felices, su bello libro recién salido del horno, en el que retrató a los escritores que lo marcaron y a los parientes y amigos cronopios, Nacho escribió:
"Vivo con la muerte bajo el brazo. La llevo a todas partes y la gente me la reconoce en el semblante ..., embrujo a los brujos, compruebo a los yerbateros que yerbamala siempre muere, los curas se crucifican bendiciones en el nombre del padre... Ahora soy un feliz fantasma y ahora sé que la muerte es vida disfrazada de tiempo escurridizo... y me las doy de muerto de la risa mientras llega la hora de retornar a mi condición de calavera y luego al polvo que seré volando hacia la nada y el misterio con ínfulas rampantes de Barón Calvínico...."
La palabra de Nacho para hombres y mujeres de palabra, se hizo carne y muerte, ironía premonitoria y testimonio para releer. Nacho murió hoy 19 de diciembre a las 3 am.
En su lento adiós se lleva, como cola de cometa, la solidaridad y el cariño de todos sus amigos.
A primera hora seguiremos sus propias instrucciones. Más adelante les informaré.
Lina María (Un nuevo texto de ella de Dic. 23/07, más adelante)
Date: Wed, 19 Dec 2007, 05:47:30 AM
From: Lina María linmarperez@gmail.com (Un nuevo texto de ella de Dic. 23/07, más adelante)
Subject: Catala final
Ignacio esperó paciente. Por fin la muerte lo liberó a la vuelta de cualquier minuto en ésta madrugada. En el prólogo de Fantasmas felices, su bello libro recién salido del horno, en el que retrató a los escritores que lo marcaron y a los parientes y amigos cronopios, Nacho escribió:
"Vivo con la muerte bajo el brazo. La llevo a todas partes y la gente me la reconoce en el semblante ..., embrujo a los brujos, compruebo a los yerbateros que yerbamala siempre muere, los curas se crucifican bendiciones en el nombre del padre... Ahora soy un feliz fantasma y ahora sé que la muerte es vida disfrazada de tiempo escurridizo... y me las doy de muerto de la risa mientras llega la hora de retornar a mi condición de calavera y luego al polvo que seré volando hacia la nada y el misterio con ínfulas rampantes de Barón Calvínico...."
La palabra de Nacho para hombres y mujeres de palabra, se hizo carne y muerte, ironía premonitoria y testimonio para releer. Nacho murió hoy 19 de diciembre a las 3 am.
En su lento adiós se lleva, como cola de cometa, la solidaridad y el cariño de todos sus amigos.
A primera hora seguiremos sus propias instrucciones. Más adelante les informaré.
Lina María (Un nuevo texto de ella de Dic. 23/07, más adelante)
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De Gustavo Alvarez Gardeazábal
Para Jonathan Tittler , NTC … < ntcgra@gmail.com >
Fecha 19-dic-2007 , 7:58 AM
Asunto: la muerte se apiadó por fin de Cronopios
ESTA MADRUGADA MURIÓ IGNACIO RAMIREZ EL CRONOPIO.
Jota Mario publicaba hoy esta desgarradora columna:
Sólo se muere dos veces
Jotamario Arbeláez. Columnista de EL TIEMPO.
CONTRATIEMPO
Ignacio Ramírez Pinzón espera que la muerte se apiade de él y le aplique la eutanasia
Fecha 19-dic-2007 , 7:58 AM
Asunto: la muerte se apiadó por fin de Cronopios
ESTA MADRUGADA MURIÓ IGNACIO RAMIREZ EL CRONOPIO.
Jota Mario publicaba hoy esta desgarradora columna:
Sólo se muere dos veces
Jotamario Arbeláez. Columnista de EL TIEMPO.
CONTRATIEMPO
Ignacio Ramírez Pinzón espera que la muerte se apiade de él y le aplique la eutanasia
El Tiempo, Diciembre 19, 2007
http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/jotamarioarbelez/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3865677.html
Ignacio Ramírez Pinzón murió en septiembre del 2000 en un hospital de Legnano (Italia), cerca de Milán, mientras organizaba un festival cultural de colombianistas, de un cáncer del páncreas que acababa de despertársele. No se dejó visitar ni para enterrarlo. La crónica de esa muerte puede leerse en el libro Los fantasmas felices, del mismo Nacho, editado en el 2007 por Teresa Montealegre en la Colección de Textos Perdidos. Lo mató la muerte, pero no se llevó su cuerpo. A pesar de encontrarse ya entre los bienaventurados -tras atravesar el túnel de luz-, un extraño karma lo condenó a permanecer entre nosotros, en una hiperactividad intelectual imposible, velando por la cultura a la que había consagrado sus neuronas. Cada año ponía el pie en Europa por amplios meses, en busca de los escritores de la diáspora, una extraña obsesión que compartía con su compañera de entonces, Olga Cristina Turriago, para elaborar el testimonio Hombres de palabra. El día de nuestro común cumpleaños fui a visitarlo a su habitación. Me hizo sentar y me dijo que yo ya sabía lo de su enfermedad terminante, pero que le agobiaban tres cosas.
Una, la soledad. Todos sus familiares habían muerto y sus hijos estaban lejos. Dos, la debilidad, combinada con los dolores atroces, que lo habían obligado a suspender la publicación de Cronopios, su página virtual de promoción cultural, cuya acometida lo mantenía en pie. Tres, el deterioro mental, que le impedía comunicarse, pues si se sentaba ante el computador a escribir una cosa le salía otra, en una exasperante dislexia. Por eso tampoco podía acometer ningún trabajo remunerado, lo que le impedía ganar un peso para pagar el arriendo y a la señora que le alcanzaba el vaso de agua. Corría el riego de terminar debajo un puente.
Por lo tanto, había tomado la determinación de acabar con su vida. Pero un cianuro o una estricnina no se venden en las farmacias. No tenía el dinero para un revólver, que nunca había disparado, y no podía en el último momento acudir a la violencia armada contra sí mismo. Había consultado con expertos en eutanasia, y concluido que tenía un elevado costo ingresar a una clínica y hacerse conectar para luego desconectarse. Sentí el impulso de tomar la almohada y ponerla sobre su cara. Me contuve. Me pidió que por lo menos toda esta tortura que vive la contara en esta columna, advirtiéndome que me cuidara de elogios. Él, siempre tan digno y discreto con sus propios sufrimientos. A lo mejor quería leer con anticipación mi artículo mortis.
Espero que sea la propia muerte quien le aplique la eutanasia. No puede ser la muerte tan inhumana con un ser que la está llamando. Muerte, llévatelo, por favor, no seas mierda. En lo posible, antes de que termine esta página. Te mato con un beso, querido Ignacio.
jmarioster@gmail.com Jotamario Arbeláez
Una, la soledad. Todos sus familiares habían muerto y sus hijos estaban lejos. Dos, la debilidad, combinada con los dolores atroces, que lo habían obligado a suspender la publicación de Cronopios, su página virtual de promoción cultural, cuya acometida lo mantenía en pie. Tres, el deterioro mental, que le impedía comunicarse, pues si se sentaba ante el computador a escribir una cosa le salía otra, en una exasperante dislexia. Por eso tampoco podía acometer ningún trabajo remunerado, lo que le impedía ganar un peso para pagar el arriendo y a la señora que le alcanzaba el vaso de agua. Corría el riego de terminar debajo un puente.
Por lo tanto, había tomado la determinación de acabar con su vida. Pero un cianuro o una estricnina no se venden en las farmacias. No tenía el dinero para un revólver, que nunca había disparado, y no podía en el último momento acudir a la violencia armada contra sí mismo. Había consultado con expertos en eutanasia, y concluido que tenía un elevado costo ingresar a una clínica y hacerse conectar para luego desconectarse. Sentí el impulso de tomar la almohada y ponerla sobre su cara. Me contuve. Me pidió que por lo menos toda esta tortura que vive la contara en esta columna, advirtiéndome que me cuidara de elogios. Él, siempre tan digno y discreto con sus propios sufrimientos. A lo mejor quería leer con anticipación mi artículo mortis.
Espero que sea la propia muerte quien le aplique la eutanasia. No puede ser la muerte tan inhumana con un ser que la está llamando. Muerte, llévatelo, por favor, no seas mierda. En lo posible, antes de que termine esta página. Te mato con un beso, querido Ignacio.
jmarioster@gmail.com Jotamario Arbeláez
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para NTC fecha 19-dic-2007 10:15
A Ignacio Ramírez me lo presentó el poeta Antonio Correa que lo conocía de antes. Corrían los años ochenta y como Ignacio, por aquel entonces, tenía oficina un piso más arriba que la de mi padre, en el edifico La Carrera de la sexta con dieciocho en Bogotá, fue fácil para mi verlo muy a menudo tanto en su lugar de trabajo como en el Automático saboreando un café o degustando un aguardiente.
Por aquella época dirigía el noticiero de Cempro Televisión y alguna vez nos ayudo con una nota sobre la Casa de la Cultura de Tuluà que por obra y gracia de un alcalde y de su director se convirtió en una especie de casa tomada. Recuerdo una pancarta que enarboló en ese entonces la gente de la cultura que decía: “No hay cama para tanta gente”. Más tarde hicimos parte del proyecto que Luz Fany Ortiz y Rubén Rueda sembraron en Villa de Leyva, “El día del árbol” y donde fuimos invitados escritores, poetas, músicos, pintores que cada año recorrían este histórico municipio propiciando allí la vida intelectual de que hoy goza.
Cuando en 1987 apareció “Luna Nueva”, Ignacio fue uno de sus más fervientes cómplices y tal vez en ese mismo momento estaba él preparando el libro “Hombres de palabra” que hizo junto a Olga Cristina Turriago, allegándose por estos pagos tulueños para entrevistar al escritor Gustavo Álvarez Gardeazàbal con quien desde entonces tuvo una estrecha amistad. Porque eso era lo que Ignacio representaba, el ser amigo, lo sabemos todos los que gozamos de ese su principio vital, pero con mayores veras sus compinches de siempre y en especial el poeta Juan Manuel Roca con quien nuestro Cronopio mayor compartió andanzas juveniles, como el circo donde semanalmente se reunían a todos los vecinos de la calle 13A.
Pero Ignacio fue fundamentalmente un divulgador de nuestro quehacer artístico y cultural. En un país que se niega así mismo, él se echó al hombro la tarea de dar a conocer nuestros valores artísticos y muy especialmente los literarios. Por eso fundó y dirigió, “Cronopios”, ese diario virtual que tuvo más de 60.000 lectores y donde tuvimos cabida todos los que transitamos este difícil sendero de las letras. Por eso Ignacio Ramírez deja un vacío difícil de llenar, porque es el vacío de quien trabaja por amor. Por eso nos alegra que nuestro amigo este en ese reino que él invento, el de los fantasmas felices.
A Ignacio Ramírez me lo presentó el poeta Antonio Correa que lo conocía de antes. Corrían los años ochenta y como Ignacio, por aquel entonces, tenía oficina un piso más arriba que la de mi padre, en el edifico La Carrera de la sexta con dieciocho en Bogotá, fue fácil para mi verlo muy a menudo tanto en su lugar de trabajo como en el Automático saboreando un café o degustando un aguardiente.
Por aquella época dirigía el noticiero de Cempro Televisión y alguna vez nos ayudo con una nota sobre la Casa de la Cultura de Tuluà que por obra y gracia de un alcalde y de su director se convirtió en una especie de casa tomada. Recuerdo una pancarta que enarboló en ese entonces la gente de la cultura que decía: “No hay cama para tanta gente”. Más tarde hicimos parte del proyecto que Luz Fany Ortiz y Rubén Rueda sembraron en Villa de Leyva, “El día del árbol” y donde fuimos invitados escritores, poetas, músicos, pintores que cada año recorrían este histórico municipio propiciando allí la vida intelectual de que hoy goza.
Cuando en 1987 apareció “Luna Nueva”, Ignacio fue uno de sus más fervientes cómplices y tal vez en ese mismo momento estaba él preparando el libro “Hombres de palabra” que hizo junto a Olga Cristina Turriago, allegándose por estos pagos tulueños para entrevistar al escritor Gustavo Álvarez Gardeazàbal con quien desde entonces tuvo una estrecha amistad. Porque eso era lo que Ignacio representaba, el ser amigo, lo sabemos todos los que gozamos de ese su principio vital, pero con mayores veras sus compinches de siempre y en especial el poeta Juan Manuel Roca con quien nuestro Cronopio mayor compartió andanzas juveniles, como el circo donde semanalmente se reunían a todos los vecinos de la calle 13A.
Pero Ignacio fue fundamentalmente un divulgador de nuestro quehacer artístico y cultural. En un país que se niega así mismo, él se echó al hombro la tarea de dar a conocer nuestros valores artísticos y muy especialmente los literarios. Por eso fundó y dirigió, “Cronopios”, ese diario virtual que tuvo más de 60.000 lectores y donde tuvimos cabida todos los que transitamos este difícil sendero de las letras. Por eso Ignacio Ramírez deja un vacío difícil de llenar, porque es el vacío de quien trabaja por amor. Por eso nos alegra que nuestro amigo este en ese reino que él invento, el de los fantasmas felices.
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"... cuánto aprecio y apreciaré siempre a Ignacio, el gran hermano, ..."
de ARMANDO ROMERO
para NTC < ntcgra@gmail.com >
fecha 19-dic-2007 13:18
asunto desde el Ohio y con ustedes en el corazón
Mis queridos amigos de NTC:
Sé que he estado lento en el escribir estos meses pero todo se vino de aluvión: trabajo, viajes, enfermedad, y más de lo mismo. Afortunadamente ya las cosas están más claras, así que aquí va mi abrazo deseándoles todo lo mejor ahora y siempre …
La muerte de Ignacio, que supe por su comunicado esta mañana, me ha dejado desolado. Como siempre pasa conmigo, la muerte de un amigo me paraliza, me impide incluso pensar, casi como si el dolor le pidiera a mi ser volverse piedra. Así ha sido siempre. Y lo que menos puedo hacer es escribir. Admiro inmensamente la fuerza que tiene Jotamario para escribir desde ese tan adentro de su corazón el dolor que nos viene de esa partida inexorable que sucede con la muerte. La capital del dolor, decía Eluard. No pude decir palabra a la muerte de Fernando Charry, lo mismo me pasó con Fernando Arbeláez, Juan Sánchez Peláez, RH Moreno Durán, todos ellos entre los amigos que la vida nos dio y nos quita. Es sólo desde el silencio, acá en mi exilio de Cincinnati, que puedo recordarlos.
Ignacio fue alguien verdaderamente entrañable para mí, alguien que siempre puso su afecto y confianza en mis cosas, en mi persona. Nunca olvido su risa grande cuando era un hombre saludable y nos veíamos en mis apariciones por Bogotá. La misma sonrisa que ya enfermo también me recibía allí. No. Me es difícil decir cuánto aprecio y apreciaré siempre a Ignacio, el gran hermano, la gran fuerza de su amor que resumía en sí lo mejor que tiene nuestro país, que así como nos da monstruos nos da santos del altar mayor, profetas de una luz que se entromete en la oscuridad que nos agobia. Cómo será de grande su risa al ver que al otro lado de las cosas lo está esperando el otro, su gran hermano cronopio!
Constanza les manda mil besos y felicidades desde su altar bizantino.
Van, pues, estas palabras, con mi gran abrazo hermano siempre, Armando.
fecha 19-dic-2007 13:18
asunto desde el Ohio y con ustedes en el corazón
Mis queridos amigos de NTC:
Sé que he estado lento en el escribir estos meses pero todo se vino de aluvión: trabajo, viajes, enfermedad, y más de lo mismo. Afortunadamente ya las cosas están más claras, así que aquí va mi abrazo deseándoles todo lo mejor ahora y siempre …
La muerte de Ignacio, que supe por su comunicado esta mañana, me ha dejado desolado. Como siempre pasa conmigo, la muerte de un amigo me paraliza, me impide incluso pensar, casi como si el dolor le pidiera a mi ser volverse piedra. Así ha sido siempre. Y lo que menos puedo hacer es escribir. Admiro inmensamente la fuerza que tiene Jotamario para escribir desde ese tan adentro de su corazón el dolor que nos viene de esa partida inexorable que sucede con la muerte. La capital del dolor, decía Eluard. No pude decir palabra a la muerte de Fernando Charry, lo mismo me pasó con Fernando Arbeláez, Juan Sánchez Peláez, RH Moreno Durán, todos ellos entre los amigos que la vida nos dio y nos quita. Es sólo desde el silencio, acá en mi exilio de Cincinnati, que puedo recordarlos.
Ignacio fue alguien verdaderamente entrañable para mí, alguien que siempre puso su afecto y confianza en mis cosas, en mi persona. Nunca olvido su risa grande cuando era un hombre saludable y nos veíamos en mis apariciones por Bogotá. La misma sonrisa que ya enfermo también me recibía allí. No. Me es difícil decir cuánto aprecio y apreciaré siempre a Ignacio, el gran hermano, la gran fuerza de su amor que resumía en sí lo mejor que tiene nuestro país, que así como nos da monstruos nos da santos del altar mayor, profetas de una luz que se entromete en la oscuridad que nos agobia. Cómo será de grande su risa al ver que al otro lado de las cosas lo está esperando el otro, su gran hermano cronopio!
Constanza les manda mil besos y felicidades desde su altar bizantino.
Van, pues, estas palabras, con mi gran abrazo hermano siempre, Armando.
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“… tu generosidad, tu amor por el trabajo …”
Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
From: leoquevedom@hotmail.com
To: linmar perez@
Subject: RE: Catala final
Date: Wed, 19 Dec 2007, 15:26 PM
Hola, Ignacio, Cronopio de las letras y las mañanas : Por medio de Lina María te envío un abrazo muy fuerte. Tu muerte no quitará lo bailado: tu generosidad, tu amor por el trabajo de selección y gusto por lo que hacías. No se perderá tu labor. Nos hará siempre falta el lugar que nos ofrecías y la finura en el diseño. Tú buscabas la imagen que convenía y hacía lucir mejor el texto que enviábamos. Tu pluma aparecía entreverada entre los textos de otros autores. Eras el editor que convocaba a escritores y lectores. Esos 50.000 y más suscriptores te recordaremos y sabremos que Cronopios fue el mejor medio cultural. ¿Quién podrá reemplazarte? Con toda seguridad, la experiencia y tu gusto no lo vamos a encontrar en el recodo.
Gracias, Ignacio. Vete tranquilo que yo seguiré escribiendo por tí y para tí. Desde el viento que se lleva tus cenizas mirarás que esto es cierto. A tí dedicaré todos mis textos.
Leopoldo
Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
From: leoquevedom@hotmail.com
To: linmar perez@
Subject: RE: Catala final
Date: Wed, 19 Dec 2007, 15:26 PM
Hola, Ignacio, Cronopio de las letras y las mañanas : Por medio de Lina María te envío un abrazo muy fuerte. Tu muerte no quitará lo bailado: tu generosidad, tu amor por el trabajo de selección y gusto por lo que hacías. No se perderá tu labor. Nos hará siempre falta el lugar que nos ofrecías y la finura en el diseño. Tú buscabas la imagen que convenía y hacía lucir mejor el texto que enviábamos. Tu pluma aparecía entreverada entre los textos de otros autores. Eras el editor que convocaba a escritores y lectores. Esos 50.000 y más suscriptores te recordaremos y sabremos que Cronopios fue el mejor medio cultural. ¿Quién podrá reemplazarte? Con toda seguridad, la experiencia y tu gusto no lo vamos a encontrar en el recodo.
Gracias, Ignacio. Vete tranquilo que yo seguiré escribiendo por tí y para tí. Desde el viento que se lleva tus cenizas mirarás que esto es cierto. A tí dedicaré todos mis textos.
Leopoldo
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QUERIAMOS HARTO AL CRONOPIO
Por Oscar Domínguez G.
Miércoles, Diciembre 19, 2007 11:25 PM
Por Oscar Domínguez G.
Miércoles, Diciembre 19, 2007 11:25 PM
Agradecemos a Bernardo González White (begow) en envío de este texto y a su autor la autorización para publicarlo.
El Cronopio Nacho Ramírez Pinzón fue un bogotano que nació y vivió en todas partes. Desde hace una década sobrevivió a las múltiples despedidas que le hicimos sus amigos (¿¡). Finalmente, en la madrugada del miércoles 19 de diciembre, “lo recogió el silencio” en su habitación 102 de la Clínica del Bosque donde lo mimaron.
Junto a su lecho, estaba su último libro “Los fantasmas felices”, editado por Teresa Montealegre. Sólo faltaba la crónica de su propia muerte que no escribió. Prefirió vivirla intensamente.
“No sé por qué no clasifico para muerto todavía”, decía en medio de la orgía de achaques que el azar en su extraña bondad le deparó en los últimos lustros.
Desde siempre, le sacó el mismo jugo a su destino trabajando en una emisora de pedal en Quibdó o en la Guajira (que le regaló a su amada Gloria Boscán, su princesa wayú, presente en la despedida, madre de sus tres hijos), que organizando festivales culturales en Viena.
O entrevistando cerebros prófugos en Europa. O jalándole a su oficio de hombre de palabra en Nueva York donde se movía como Woody Allen en Manhattan.
Tuvo por hábitat el mundo que recorrió desde al alfa hasta el omega, haciendo intensos viajes a Ítaca.
Cuando una persona conoce tanta gente y nadie despotrica de él, como fue su caso, es porque su andadura fue correcta.
En el ámbito de su sabiduría, regaló el pez y enseñó a pescar. Utilizó sus destrezas para darse al prójimo. Por ejemplo, dando a conocer la vida y zozobras de escritores no mimados por las editoriales.
Puso la cultura en la canasta familiar al lado del pan y de la leche.
Dejó huella en cine, radio y televisión. En periodismo fue de la vieja y de la nueva guardia al mismo tiempo. Decenas nos lucramos lícita - e ilícitamente- del Cronopio que ha partido. Nunca se dio el lujo subalterno de la quejumbre.
A “alegríadeleer” Ramírez Pinzón la plata – y la pensión que nunca apareció – le llegó en forma de amor, humor, viajes, bohemia, cine, teatro, lecturas, escritos. En síntesis, de vida, que en él fue de una integridad y lealtad a prueba de polígrafos.
Activista aventajado de la cofradía del “carpe diem”, hizo del escepticismo una religión. Pero escéptico y/o agnóstico convencido gracias a Dios, sólo tuvo amigos. Los enemigos perdieron su tiempo con él.
Reservó lo mejor para dejar salir el Quijote que lo habitaba, dándole vida a su agencia cultural-virtual Cronopios. Su corazón fue la casa de todos.
Nacho, ahora convertido en “fantasma feliz”, no está muerto, solo está vivo de otra manera.
El Cronopio Nacho Ramírez Pinzón fue un bogotano que nació y vivió en todas partes. Desde hace una década sobrevivió a las múltiples despedidas que le hicimos sus amigos (¿¡). Finalmente, en la madrugada del miércoles 19 de diciembre, “lo recogió el silencio” en su habitación 102 de la Clínica del Bosque donde lo mimaron.
Junto a su lecho, estaba su último libro “Los fantasmas felices”, editado por Teresa Montealegre. Sólo faltaba la crónica de su propia muerte que no escribió. Prefirió vivirla intensamente.
“No sé por qué no clasifico para muerto todavía”, decía en medio de la orgía de achaques que el azar en su extraña bondad le deparó en los últimos lustros.
Desde siempre, le sacó el mismo jugo a su destino trabajando en una emisora de pedal en Quibdó o en la Guajira (que le regaló a su amada Gloria Boscán, su princesa wayú, presente en la despedida, madre de sus tres hijos), que organizando festivales culturales en Viena.
O entrevistando cerebros prófugos en Europa. O jalándole a su oficio de hombre de palabra en Nueva York donde se movía como Woody Allen en Manhattan.
Tuvo por hábitat el mundo que recorrió desde al alfa hasta el omega, haciendo intensos viajes a Ítaca.
Cuando una persona conoce tanta gente y nadie despotrica de él, como fue su caso, es porque su andadura fue correcta.
En el ámbito de su sabiduría, regaló el pez y enseñó a pescar. Utilizó sus destrezas para darse al prójimo. Por ejemplo, dando a conocer la vida y zozobras de escritores no mimados por las editoriales.
Puso la cultura en la canasta familiar al lado del pan y de la leche.
Dejó huella en cine, radio y televisión. En periodismo fue de la vieja y de la nueva guardia al mismo tiempo. Decenas nos lucramos lícita - e ilícitamente- del Cronopio que ha partido. Nunca se dio el lujo subalterno de la quejumbre.
A “alegríadeleer” Ramírez Pinzón la plata – y la pensión que nunca apareció – le llegó en forma de amor, humor, viajes, bohemia, cine, teatro, lecturas, escritos. En síntesis, de vida, que en él fue de una integridad y lealtad a prueba de polígrafos.
Activista aventajado de la cofradía del “carpe diem”, hizo del escepticismo una religión. Pero escéptico y/o agnóstico convencido gracias a Dios, sólo tuvo amigos. Los enemigos perdieron su tiempo con él.
Reservó lo mejor para dejar salir el Quijote que lo habitaba, dándole vida a su agencia cultural-virtual Cronopios. Su corazón fue la casa de todos.
Nacho, ahora convertido en “fantasma feliz”, no está muerto, solo está vivo de otra manera.
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DE: UNEDA, Unión de Escritores de América
de Flor Romero < unedaflo@cable.net.co >
para NTC < ntcgra@gmail.com >
fecha 19-dic-2007 10:34
asunto Re: la muerte se apiadó por fin de Cronopios
UNEDA, Unión de Escritores de América se une al duelo de las letras por la desaparición de Ignacio Ramírez. Paz en su tumba y nuestra solidaridad con sus familiares. UNEDA, Unión de Escritores de América. http://www.uneda.org/index.html
para NTC < ntcgra@gmail.com >
fecha 19-dic-2007 10:34
asunto Re: la muerte se apiadó por fin de Cronopios
UNEDA, Unión de Escritores de América se une al duelo de las letras por la desaparición de Ignacio Ramírez. Paz en su tumba y nuestra solidaridad con sus familiares. UNEDA, Unión de Escritores de América. http://www.uneda.org/index.html
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Esta llama siempre encendida de cariño en memoria ...
From: Consuelo Triviño < anzola@cervantes.es >
To: 'Lina María Pérez' < linmarperez@gmail.com >
Date: Fri, 21 Dec 2007 , 09:39:16
Subject: Querido Nacho, in memoriam
Queridos amigos y amigas:
Esta llama siempre encendida de cariño en memoria de nuestro Cronopio, maestro de la vida, el coraje, la solidaridad…y para que viva dentro de nosotros como fuente de inspiración en cuanta empresa nos dicte la pasión por el arte, la literatura y el sentimiento de pertenencia a una comunidad de valores, de principios éticos que defiendan el respeto a la vida, su goce y disfrute y el bien común, sobre todo esto…
Con afecto, Consuelo Triviño Anzola
To: 'Lina María Pérez' < linmarperez@gmail.com >
Date: Fri, 21 Dec 2007 , 09:39:16
Subject: Querido Nacho, in memoriam
Queridos amigos y amigas:
Esta llama siempre encendida de cariño en memoria de nuestro Cronopio, maestro de la vida, el coraje, la solidaridad…y para que viva dentro de nosotros como fuente de inspiración en cuanta empresa nos dicte la pasión por el arte, la literatura y el sentimiento de pertenencia a una comunidad de valores, de principios éticos que defiendan el respeto a la vida, su goce y disfrute y el bien común, sobre todo esto…
Con afecto, Consuelo Triviño Anzola
Nota: La llama incluida en el mail al inicio ...
Agradecemos al escritor Fabio Martínez el re-envío de este mail.
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La muerte de un gran Cronopio
Ignacio Ramírez, el Cronopio Mayor de la literatura colombiana, falleció en diciembre de 2007, en Bogotá. Carlos Orlando Pardo escribe un sentido hasta pronto a quien fuera un intelectual indispensable en las letras de Colombia.
Revista Pijao de Arte y Literatura Diciembre 22, 2007
http://www.creadorescolombianos.com/revista_digital/index.php
Agradecemos al escritor Fabio Martínez y a Fernando Jaramillo el envío de este texto.
Ignacio Ramírez, el Cronopio Mayor de la literatura colombiana, falleció en diciembre de 2007, en Bogotá. Carlos Orlando Pardo escribe un sentido hasta pronto a quien fuera un intelectual indispensable en las letras de Colombia.
Revista Pijao de Arte y Literatura Diciembre 22, 2007
http://www.creadorescolombianos.com/revista_digital/index.php
Agradecemos al escritor Fabio Martínez y a Fernando Jaramillo el envío de este texto.
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La muerte de un gran Cronopio
LAS MUERTES DE IGNACIO RAMÍREZ
Carlos Orlando Pardo
http://www.creadorescolombianos.com/contenido.php?id=203
Este año que agoniza nos deja varias tristezas en el alma con la distancia grande de amigos entrañables. Ya he dicho en otras ocasiones que uno se prepara para vivir y gozar la vida con los amigos pero no para sufrir su ausencia con la muerte. Y que es tan rica siempre la cofradía alrededor de los libros leídos y comentados, de los viajes compartidos, de los recuerdos comunes, del vino de la tarde, del paisaje, de la complicidad en los amores, de la devota conducta frente a la literatura, que no tiene nada de tiempo para pensar en la marcha final, para sentir que algún día debemos despedirnos. Pero las horas pasan y de pronto surgen esas noticias que dejan paralizado el entusiasmo, que bañan de dolor nuestros minutos, que cincelan la imagen de la huida, de la separación irremediable, del abandono que nos queda con esas retiradas. Y entonces por nuestra mente pasan relampagueantes los fragmentos que vivimos en esa biografía que se acaba, de los días cantados, de las historias contadas, de las copas bebidas, de las noches de invierno que gracias al calor de la amistad tenían su propia calefacción en las palabras. Y no puede ocultar que el ojo se abrillanta, que la lágrima escurre con esa sal amarga de la tristeza amplia. Pero para algo existen los escritores y es lograr la magia de hacer que los seres queridos se queden otro poco y no tengan otras muertes gracias a las evocaciones. Es lo logrado por el gran Nacho Muchacho Ignacio Ramírez, tratando de ser divertido con algo tan serio como la muerte y algo tan enojoso como la de los allegados o la de aquellos que distantes despertaron nuestra admiración permanente y se quedaron siendo parte de nuestro inventario de afectos. Con el último libro que nos remitiera Ignacio Ramírez, titulado sarcásticamente Los fantasmas felices, no nos parece que estemos visitando y leyendo las tumbas en un cementerio sino gozando la existencia de quienes tuvieron una vida y muchos sueños, libros y viajes, abrazos y confidencias, amor y lucha. Como en el libro de Tomás Eloy Martínez Lugar común la muerte, aquí comprendemos no la derrota o el triunfo final que es abrazarnos a ella cualquier día sino el triunfo que ha significado vivir y amar, escribir y sufrir, gozar y paladearnos la existencia. Y sobre todo quedarnos en el alma y la sensibilidad de alguien que se atreva a resucitarnos cada vez que cualquier lector se asome a las páginas donde estemos y nos vea brotar de ellas como si rozaran la lámpara de Aladino no ya para pedir deseos sino para desearlos en el supuesto más allá, como si otra vez nuestras noticias llegadas con la voz del viento de las páginas se quedaran detenidas para hacernos evocar la puñalada trapera de la ausencia irremediable. Y como para sentir más vivas aquellas palabras bíblicas de "hoy me veréis, mañana no me veréis pero me volveréis a ver. Como seguiremos viendo a Nacho Muchacho que nos ejemplarizara la literatura como devoción irrevocable, la amistad como un cristal que nadie pudiera manchar ni ensombrecer, la vida como un canto de cisne o de cigarra que se revienta con su propia voz y la palabra como una llama olímpica desde la antorcha eterna de la poesía. Ignacio era el cronopio mayor y los 60 mil correos que se abrían cada día para ver sus noticias y sus crónicas, sus registros y sus comentarios, sus corresponsales y las venas abiertas de la cultura por varios continentes, ha llegado a su fin como una gran tragedia. Porque la de Ignacio Ramírez fue una pluma incansable. Sólo abandonó la escritura quince días antes de morir cuando las manos no le respondieron, el dolor lo nublaba y las ideas comenzaban a confundirse de un momento a otro. Durante los 17 años que mantuvo por su cuenta y riesgo el diario virtual Cronopios, cuya última entrega la hizo a finales de noviembre, sus 60 mil suscriptores de todo el mundo quedamos en silencio. En nuestro correo no hicimos sino repasar lo que ya era postrero admirando otra vez su entusiasta capacidad de alentar vocaciones, comentar libros, registrar acontecimientos culturales, estimular publicaciones, alertar sobre la aparición de una nueva obra, testimoniar en inteligentes reportajes a escritores de diverso cuño, dejar constancia del abandono consuetudinario a los hombres de palabra o asombrarse con ellos por permanecer vigilantes con su vocación indómita. De insospechados lugares llegaron las voces de dolor por su partida y cada quien elaboraba el duelo evocando su amistad solidaria, su amor infinito por la literatura y algunas de las anécdotas que cada quién vivió a su lado. Las emisoras, los periódicos, la televisión y las conversaciones tuvieron la noticia apesadumbrada de su adiós esperado y desde notables o ignorados autores consignaron la flor sobre su recuerdo. Después de Germán Vargas, el papá grande de la literatura colombiana, sólo quedaba él, vigilante de los sueños como el cronopio mayor al que sólo lo silenció la muerte. Queda un abismo insondable con la desaparición del maravilloso diario virtual de Ignacio Ramírez y con la suya que nadie reemplazará bajo este mundo.
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La muerte de un gran Cronopio
LAS MUERTES DE IGNACIO RAMÍREZ
Carlos Orlando Pardo
http://www.creadorescolombianos.com/contenido.php?id=203
Este año que agoniza nos deja varias tristezas en el alma con la distancia grande de amigos entrañables. Ya he dicho en otras ocasiones que uno se prepara para vivir y gozar la vida con los amigos pero no para sufrir su ausencia con la muerte. Y que es tan rica siempre la cofradía alrededor de los libros leídos y comentados, de los viajes compartidos, de los recuerdos comunes, del vino de la tarde, del paisaje, de la complicidad en los amores, de la devota conducta frente a la literatura, que no tiene nada de tiempo para pensar en la marcha final, para sentir que algún día debemos despedirnos. Pero las horas pasan y de pronto surgen esas noticias que dejan paralizado el entusiasmo, que bañan de dolor nuestros minutos, que cincelan la imagen de la huida, de la separación irremediable, del abandono que nos queda con esas retiradas. Y entonces por nuestra mente pasan relampagueantes los fragmentos que vivimos en esa biografía que se acaba, de los días cantados, de las historias contadas, de las copas bebidas, de las noches de invierno que gracias al calor de la amistad tenían su propia calefacción en las palabras. Y no puede ocultar que el ojo se abrillanta, que la lágrima escurre con esa sal amarga de la tristeza amplia. Pero para algo existen los escritores y es lograr la magia de hacer que los seres queridos se queden otro poco y no tengan otras muertes gracias a las evocaciones. Es lo logrado por el gran Nacho Muchacho Ignacio Ramírez, tratando de ser divertido con algo tan serio como la muerte y algo tan enojoso como la de los allegados o la de aquellos que distantes despertaron nuestra admiración permanente y se quedaron siendo parte de nuestro inventario de afectos. Con el último libro que nos remitiera Ignacio Ramírez, titulado sarcásticamente Los fantasmas felices, no nos parece que estemos visitando y leyendo las tumbas en un cementerio sino gozando la existencia de quienes tuvieron una vida y muchos sueños, libros y viajes, abrazos y confidencias, amor y lucha. Como en el libro de Tomás Eloy Martínez Lugar común la muerte, aquí comprendemos no la derrota o el triunfo final que es abrazarnos a ella cualquier día sino el triunfo que ha significado vivir y amar, escribir y sufrir, gozar y paladearnos la existencia. Y sobre todo quedarnos en el alma y la sensibilidad de alguien que se atreva a resucitarnos cada vez que cualquier lector se asome a las páginas donde estemos y nos vea brotar de ellas como si rozaran la lámpara de Aladino no ya para pedir deseos sino para desearlos en el supuesto más allá, como si otra vez nuestras noticias llegadas con la voz del viento de las páginas se quedaran detenidas para hacernos evocar la puñalada trapera de la ausencia irremediable. Y como para sentir más vivas aquellas palabras bíblicas de "hoy me veréis, mañana no me veréis pero me volveréis a ver. Como seguiremos viendo a Nacho Muchacho que nos ejemplarizara la literatura como devoción irrevocable, la amistad como un cristal que nadie pudiera manchar ni ensombrecer, la vida como un canto de cisne o de cigarra que se revienta con su propia voz y la palabra como una llama olímpica desde la antorcha eterna de la poesía. Ignacio era el cronopio mayor y los 60 mil correos que se abrían cada día para ver sus noticias y sus crónicas, sus registros y sus comentarios, sus corresponsales y las venas abiertas de la cultura por varios continentes, ha llegado a su fin como una gran tragedia. Porque la de Ignacio Ramírez fue una pluma incansable. Sólo abandonó la escritura quince días antes de morir cuando las manos no le respondieron, el dolor lo nublaba y las ideas comenzaban a confundirse de un momento a otro. Durante los 17 años que mantuvo por su cuenta y riesgo el diario virtual Cronopios, cuya última entrega la hizo a finales de noviembre, sus 60 mil suscriptores de todo el mundo quedamos en silencio. En nuestro correo no hicimos sino repasar lo que ya era postrero admirando otra vez su entusiasta capacidad de alentar vocaciones, comentar libros, registrar acontecimientos culturales, estimular publicaciones, alertar sobre la aparición de una nueva obra, testimoniar en inteligentes reportajes a escritores de diverso cuño, dejar constancia del abandono consuetudinario a los hombres de palabra o asombrarse con ellos por permanecer vigilantes con su vocación indómita. De insospechados lugares llegaron las voces de dolor por su partida y cada quien elaboraba el duelo evocando su amistad solidaria, su amor infinito por la literatura y algunas de las anécdotas que cada quién vivió a su lado. Las emisoras, los periódicos, la televisión y las conversaciones tuvieron la noticia apesadumbrada de su adiós esperado y desde notables o ignorados autores consignaron la flor sobre su recuerdo. Después de Germán Vargas, el papá grande de la literatura colombiana, sólo quedaba él, vigilante de los sueños como el cronopio mayor al que sólo lo silenció la muerte. Queda un abismo insondable con la desaparición del maravilloso diario virtual de Ignacio Ramírez y con la suya que nadie reemplazará bajo este mundo.
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Trágico cronopio navideño
En El Tiempo de este 19 de diciembre, Jotamario Arbeláez presagiaba la muerte inminente del periodista y escritor Ignacio Ramírez Pinzón, víctima de un cáncer voraz que lo destrozaba poco a poco, desde diez años atrás, en medio de terribles dolores. Cuando la nota sobrecogedora de Jotamario apareció en el periódico, Ignacio ya estaba muerto: murió a la madrugada de ese mismo día.
Por Gustavo Páez Escobar
EL ESPECTADOR, viernes, 21 de diciembre de 2007
http://www.elespectador.com/elespectador/Secciones/Detalles.aspx?idNoticia=19506&idSeccion=90
El “cronopio mayor”, como se le conocía, demostró durante su cruel enfermedad un valor inaudito, hasta el punto de considerar a la muerte como su compañera habitual, casi amorosa, con la cual aprendió a codearse como si se tratara de su mejor aliada en las horas de angustia que envolvieron su existencia en los últimos años.
Reacio a los médicos y a los fármacos, prefería resistir el sufrimiento con fortaleza espartana, y hasta se burlaba de quienes se compadecían de su postración progresiva. Sólo cuando las fuerzas lo abandonaron por completo y el cerebro dejó de producir ideas, se sintió derrotado por la vida. Y entregó sus blasones.
Se dolía de no ser ya capaz de vigorizar el alma de su revista Cronopios, lo cual era tanto como entenebrecer su ilusión, ahogar su propia alma soñadora. En sus instantes supremos de soledad e impotencia, se acordaría de Cortázar, su ídolo, a quien le había pedido prestado el nombre de batalla con el que se identificaba con el mundo, nombre que, de tanto enaltecerlo, pasó a ser de su propiedad.
La palabra cronopio –inventada por Cortázar dentro de una visión fantástica– se volvió título de honor que sólo podía dispensarse a los grandes amigos, a los nobles amigos, y adquirió para ellos los sinónimos de personas “ingenuas, idealistas, desordenadas, sensibles y poco convencionales”, es decir, quijotes en el ancho sentido del término. Eso era Ignacio Ramírez Pinzón: un quijote de las letras, de la amistad y el altruismo, no sujeto a cánones ociosos ni a jerarquías acartonadas. Con esa insignia ganó todas las batallas, incluso la de la muerte, porque se volvió eterno.
Su obra literaria, conformada por siete libros –en los géneros de la narrativa, la crítica de arte, las entrevistas a literatos y las narraciones infantiles–, se divide en dos conceptos: lo que es su propia creación, y el interés que dedicó a estimular la obra de los demás. En este último terreno, su generosidad fue definitiva para que muchos escritores iniciales perseveraran en sus afanes, y edificante para que los experimentados hallaran la palabra de aliento y el justo reconocimiento que no se obtienen en los círculos del privilegio. Cronopios queda como el mejor legado de este mecenazgo.
Conservo con gran aprecio su libro “Hombres de palabra”, escrito en asocio de Olga Cristina Turriago, en el cual recogieron una serie de entrevistas con escritores colombianos residentes en el país y en el exterior, obra que se convierte en valioso material de consulta para apreciar –dentro del universo intelectual que se extiende por todo el mundo– los estilos, los temperamentos, las maneras de pensar y los diferentes enfoques, antagonismos, tendencias, odios y amores que se originan en este campo siempre controvertido, alrededor de treinta figuras de nuestras letras. Como dolorosa ironía, dicho libro lo recibí de sus autores como regalo de la Navidad de 1989. Hoy, 18 años después, la fiesta navideña se empaña con la despedida final del amigo ilustre.
Como un homenaje a su memoria, rescato a continuación la maravillosa página titulada “El año nuevo de la paloma”, que Ignacio publicó en Cronopios como inicio del 2007, y en la cual la libertad de una paloma que había llegado a su residencia en las postrimerías del año viejo, simboliza el tránsito de su alma y de su cuerpo dolientes hacia el reposo eterno.
* * * * *
El año nuevo de la paloma
Por Ignacio Ramírez, Director de Cronopios
http://cronopiosdiariovirtual.blogspot.com/2007/01/el-ao-nuevo-de-la-paloma.html (Allí texto completo)
En El Tiempo de este 19 de diciembre, Jotamario Arbeláez presagiaba la muerte inminente del periodista y escritor Ignacio Ramírez Pinzón, víctima de un cáncer voraz que lo destrozaba poco a poco, desde diez años atrás, en medio de terribles dolores. Cuando la nota sobrecogedora de Jotamario apareció en el periódico, Ignacio ya estaba muerto: murió a la madrugada de ese mismo día.
Por Gustavo Páez Escobar
EL ESPECTADOR, viernes, 21 de diciembre de 2007
http://www.elespectador.com/elespectador/Secciones/Detalles.aspx?idNoticia=19506&idSeccion=90
El “cronopio mayor”, como se le conocía, demostró durante su cruel enfermedad un valor inaudito, hasta el punto de considerar a la muerte como su compañera habitual, casi amorosa, con la cual aprendió a codearse como si se tratara de su mejor aliada en las horas de angustia que envolvieron su existencia en los últimos años.
Reacio a los médicos y a los fármacos, prefería resistir el sufrimiento con fortaleza espartana, y hasta se burlaba de quienes se compadecían de su postración progresiva. Sólo cuando las fuerzas lo abandonaron por completo y el cerebro dejó de producir ideas, se sintió derrotado por la vida. Y entregó sus blasones.
Se dolía de no ser ya capaz de vigorizar el alma de su revista Cronopios, lo cual era tanto como entenebrecer su ilusión, ahogar su propia alma soñadora. En sus instantes supremos de soledad e impotencia, se acordaría de Cortázar, su ídolo, a quien le había pedido prestado el nombre de batalla con el que se identificaba con el mundo, nombre que, de tanto enaltecerlo, pasó a ser de su propiedad.
La palabra cronopio –inventada por Cortázar dentro de una visión fantástica– se volvió título de honor que sólo podía dispensarse a los grandes amigos, a los nobles amigos, y adquirió para ellos los sinónimos de personas “ingenuas, idealistas, desordenadas, sensibles y poco convencionales”, es decir, quijotes en el ancho sentido del término. Eso era Ignacio Ramírez Pinzón: un quijote de las letras, de la amistad y el altruismo, no sujeto a cánones ociosos ni a jerarquías acartonadas. Con esa insignia ganó todas las batallas, incluso la de la muerte, porque se volvió eterno.
Su obra literaria, conformada por siete libros –en los géneros de la narrativa, la crítica de arte, las entrevistas a literatos y las narraciones infantiles–, se divide en dos conceptos: lo que es su propia creación, y el interés que dedicó a estimular la obra de los demás. En este último terreno, su generosidad fue definitiva para que muchos escritores iniciales perseveraran en sus afanes, y edificante para que los experimentados hallaran la palabra de aliento y el justo reconocimiento que no se obtienen en los círculos del privilegio. Cronopios queda como el mejor legado de este mecenazgo.
Conservo con gran aprecio su libro “Hombres de palabra”, escrito en asocio de Olga Cristina Turriago, en el cual recogieron una serie de entrevistas con escritores colombianos residentes en el país y en el exterior, obra que se convierte en valioso material de consulta para apreciar –dentro del universo intelectual que se extiende por todo el mundo– los estilos, los temperamentos, las maneras de pensar y los diferentes enfoques, antagonismos, tendencias, odios y amores que se originan en este campo siempre controvertido, alrededor de treinta figuras de nuestras letras. Como dolorosa ironía, dicho libro lo recibí de sus autores como regalo de la Navidad de 1989. Hoy, 18 años después, la fiesta navideña se empaña con la despedida final del amigo ilustre.
Como un homenaje a su memoria, rescato a continuación la maravillosa página titulada “El año nuevo de la paloma”, que Ignacio publicó en Cronopios como inicio del 2007, y en la cual la libertad de una paloma que había llegado a su residencia en las postrimerías del año viejo, simboliza el tránsito de su alma y de su cuerpo dolientes hacia el reposo eterno.
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El año nuevo de la paloma
Por Ignacio Ramírez, Director de Cronopios
http://cronopiosdiariovirtual.blogspot.com/2007/01/el-ao-nuevo-de-la-paloma.html (Allí texto completo)
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Un tal Nacho
Por: Lina María Pérez Gaviria , linmarperez@gmail.com
para: ntcgra@gmail.com fecha 23-dic-2007 11:05 AM asunto: Para el portal de Ignacio Ramírez
A Ignacio Ramírez, un tal Nacho, le gustaba caminar solitario y feliz por las calles de ciudades invisibles. Un día me dijo que quería ir a Atenas y sumarse a las multitudes que oyen hablar a los filósofos en el parque, o mirar al mediodía hacia el Peloponeso para saludar a Ulises. Alguna mañana me confesó que hace años quiso ser como el barón rampante, encaramarse a un árbol, y desde allí convocar a hombres y mujeres de palabra para demostrar que la mayoría de los colombianos somos gente de paz y necesitamos unirnos para aplacar a los violentos.
A Nacho le obsesionaba el tiempo. Como tema, como palabra, como realidad inasible y misteriosa, una paradoja cruel que se ensañó en exprimir los agobios de su lenta enfermad. Concebía el tiempo como "una noria que muele agua de sombra y enluna laberintos y figuraciones." Sí, "enluna" tal como se lee, porque Nacho era un inventor de palabras.
Desde su discreta vocación de palabrero, Nacho encarnaba a aquel cronopio que conoció a una tortuga enamorada de la velocidad y le dibujó una golondrina en su caparazón. Fue terco aliado de escritores y artistas colombianos, y en CRONOPIOS, su diario virtual, nos dio la oportunidad de emocionarnos trazando golondrinas en nuestros caparazones. Allí desfilaron temas y escrituras, talentos y promesas, para que imaginación y pensamiento titilaran diariamente en más de 30.000 pantallas en todo el mundo.
Nacho se rió de la vida, de lo obstinada y marrullera que fue en su lento y largo adiós. Navegó entre libros mientras le hizo el quite a las cajas de cartón llenas de novelas, cuentos y ensayos escritos por él a lo largo de sus años y que se resistió a publicar. Algunos de ellos le hicieron trampa y se hicieron carne en sus novelas Ayulela, que tituló poniéndole el espejo a la palabra Aleluya, y en El hombre y el espejo ; en los libros de cuentos La galaxia de la azotea y La calle de los porvenires y en el libro de reportajes a veinte escritores colombianos Hombres de palabra en coautoría con Olga Cristina Turriago. Hace apenas unos meses se dejó convencer por la Universidad Nacional para editar sus textos La dama del guante verde. Nos deja, además, una antología personal de sus artículos en Fantasmas felices, un libro espléndido para seguir amándolo en los personajes que poblaron sus emociones.
Alguna vez, Nacho quiso ver las fotos de su sombra. Me quedé mirándolo y me di cuenta de que ya era una sombra y que desde ella me hablaba con el deseo de que le ayudara a ver las fotos de su cuerpo. Cuando tenía esos arrebatos de desesperanza yo le hablaba, tomaba su mano o le daba un beso para que no se desvaneciera. Nacho era el más lúdico soñador y cómplice de las anti-etiquetas y los contra-simulacros. Con su coherencia vital y estética, su carácter y su sentido del humor desalmidonó todas las convenciones. Hizo de su palabra poesía y juego, reflexión y pensamiento.
Sus insomnios fueron una larga espera mientras miraba las noches boca arriba sin temer las babas del diablo. Debe estar gozándose el más allá con el piano de Thelonius Monk y el saxofón de Amstrong en una tertulia eterna en la que el otro Cronopio, el gran Cortázar le dicta las instrucciones para gozarse la gramática asombrosa del glíglico. Y en esa tertulia bailan catalas Miller y Vallejo, Ling Yutang y San Francisco de Asís, Borges y Shakespeare, mientras Nacho le hace un guiño de gratitud a Cosimo Piovasco, el barón rampante.
El tiempo dejó de exprimir sus zozobras.
Por: Lina María Pérez Gaviria , linmarperez@gmail.com
para: ntcgra@gmail.com fecha 23-dic-2007 11:05 AM asunto: Para el portal de Ignacio Ramírez
A Ignacio Ramírez, un tal Nacho, le gustaba caminar solitario y feliz por las calles de ciudades invisibles. Un día me dijo que quería ir a Atenas y sumarse a las multitudes que oyen hablar a los filósofos en el parque, o mirar al mediodía hacia el Peloponeso para saludar a Ulises. Alguna mañana me confesó que hace años quiso ser como el barón rampante, encaramarse a un árbol, y desde allí convocar a hombres y mujeres de palabra para demostrar que la mayoría de los colombianos somos gente de paz y necesitamos unirnos para aplacar a los violentos.
A Nacho le obsesionaba el tiempo. Como tema, como palabra, como realidad inasible y misteriosa, una paradoja cruel que se ensañó en exprimir los agobios de su lenta enfermad. Concebía el tiempo como "una noria que muele agua de sombra y enluna laberintos y figuraciones." Sí, "enluna" tal como se lee, porque Nacho era un inventor de palabras.
Desde su discreta vocación de palabrero, Nacho encarnaba a aquel cronopio que conoció a una tortuga enamorada de la velocidad y le dibujó una golondrina en su caparazón. Fue terco aliado de escritores y artistas colombianos, y en CRONOPIOS, su diario virtual, nos dio la oportunidad de emocionarnos trazando golondrinas en nuestros caparazones. Allí desfilaron temas y escrituras, talentos y promesas, para que imaginación y pensamiento titilaran diariamente en más de 30.000 pantallas en todo el mundo.
Nacho se rió de la vida, de lo obstinada y marrullera que fue en su lento y largo adiós. Navegó entre libros mientras le hizo el quite a las cajas de cartón llenas de novelas, cuentos y ensayos escritos por él a lo largo de sus años y que se resistió a publicar. Algunos de ellos le hicieron trampa y se hicieron carne en sus novelas Ayulela, que tituló poniéndole el espejo a la palabra Aleluya, y en El hombre y el espejo ; en los libros de cuentos La galaxia de la azotea y La calle de los porvenires y en el libro de reportajes a veinte escritores colombianos Hombres de palabra en coautoría con Olga Cristina Turriago. Hace apenas unos meses se dejó convencer por la Universidad Nacional para editar sus textos La dama del guante verde. Nos deja, además, una antología personal de sus artículos en Fantasmas felices, un libro espléndido para seguir amándolo en los personajes que poblaron sus emociones.
Alguna vez, Nacho quiso ver las fotos de su sombra. Me quedé mirándolo y me di cuenta de que ya era una sombra y que desde ella me hablaba con el deseo de que le ayudara a ver las fotos de su cuerpo. Cuando tenía esos arrebatos de desesperanza yo le hablaba, tomaba su mano o le daba un beso para que no se desvaneciera. Nacho era el más lúdico soñador y cómplice de las anti-etiquetas y los contra-simulacros. Con su coherencia vital y estética, su carácter y su sentido del humor desalmidonó todas las convenciones. Hizo de su palabra poesía y juego, reflexión y pensamiento.
Sus insomnios fueron una larga espera mientras miraba las noches boca arriba sin temer las babas del diablo. Debe estar gozándose el más allá con el piano de Thelonius Monk y el saxofón de Amstrong en una tertulia eterna en la que el otro Cronopio, el gran Cortázar le dicta las instrucciones para gozarse la gramática asombrosa del glíglico. Y en esa tertulia bailan catalas Miller y Vallejo, Ling Yutang y San Francisco de Asís, Borges y Shakespeare, mientras Nacho le hace un guiño de gratitud a Cosimo Piovasco, el barón rampante.
El tiempo dejó de exprimir sus zozobras.
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Un Cronopio en vuelo de alas moradas
Por Efer Arocha. Escritor arocha.efer@wanadoo.fr
París, 19-23 de diciembre de 2007
Agradecemos al escritor Fabio Martínez en envío del texto
“La vida también ha sido como un viaje,
y la muerte será mejor porque me iré sin equipaje,
que nunca me gustó cargar, porque soy un viajero sin maleta”.
Ignacio Ramírez
En dura lidia vivió siempre, unas veces por la vida y otra por los sueños. De Ignacio Ramírez se pueden escribir o decir muchas cosas, pero ese derecho corresponde a aquéllos que fueron sus compañeros de todo su trajinar. Otros, entre los cuales me encuentro, y que también fuimos sus amigos, pero a catorce mil kilómetros de distancia del lugar donde descansa la voluta de su cuerpo, afloramos nuestro pesar por el cariño y afecto que forja la amistad y la admiración por su calidad de humanista.
La noticia me ha causado dos efectos: una congoja que supera mi voluntad, que se rersistió aceptar el desenlace enmarcado en el campo lógico; porque los sentimientos son otra cosa, ellos miran la ausencia de áquel que ya no existe, a quien llamaba para hablar de libros, enviarle correos electrónicos o textos para Cronopios. Y una alegría por que finalmente logró montarse en la barca; debido a que la naturaleza, en esos gestos de mezquindad, lo retuvo durante once años para que conviviera con un padecimiento razonado. El poeta Jotamario Arbeláez, compañero de armas en la aventura literaria, -como decíamos en otra época-, en frases recurrentes construyó una imagen sobre el padecimiento razonado que lo dice todo. …se levantó el lunes de su cama, llegó al baño, pasó de largo por el espejo, se subió a la báscula electrónica como todos los días para vigilar la pérdida progresiva de su gramaje, y se encontró con que la aguja no se movió, permaneció en 0 kilos. Mierda -concretó el ser humano-, morí, ayer estaba pesando 47. No podía soportar tamaña levedad de su ser. Y se devolvió despacito en busca de su cadáver sobre la cama. Pero sobre la cama sólo estaba la manta aún caliente. Se tocó, y a pesar de estar casi en los huesos se sintió con masa…
Ignacio fue un creador con un alto grado de sensibilidad, polisemia, verosimilitud y mímesis, ésta última en su significación categorial y no lexical, elementos que se perciben sin dificultad por el tumulto de sus textos en una lectura de superficie. En Historia de una mujer que me sedujo desde una pared levantada en el viento; creación que puede clasificarse como una especie de crónica breve; sin embargo, en una lectura rigurosa revela una metáfora gigantesca explayada en una página, la cual presenta como eje temático la anécdota de una figura femenina en una valla de publicidad, que el narrador mirándola a la distancia en repetidas veces, comenzó por visionar el mundo del erotismo que ella contenía siguiendo un proceso de sublimación de sus formas corporales en un crescendo emocional que culmina en un enamoramiento apasionado. Esta es la lectura que se encuentra a flor de línea. Buceando codificaciones, existe una segunda y también una tercera lectura. La silueta de inspiración traspasa los límites de la visión para sumergirse en lo trascendental reminiscente, allí se encuentran las pulsiones y fobias que en tarjadas cicatrices es donde se esconden dolores o alegrías de las afirmaciones o frustraciones eróticas en el decurso del registro de cada individuo; en ese tejido tortuoso aparece la fertilidad del terreno para la idealización subyugante.
Ignacio tomó de la anterior imagen sus volúmenes y esa luz tenue y raquítica que lleva al descanso de la reflexión, para luego empujar al observador en función creativa por entre abigarrados matices que funden una cromática cuya lectura se da en los parámetros de la estética, en razón de que se trata del cuadro del pintor Fernando Maldonado. En ese ahí, al anhelador, la pintura no le inspira palabras sino sentimientos, como él lo dijo, al referirse a los materiales que reposan en su subconciente; que no son otros distintos, a esa serie de cuerpos femeninos, muchos reales y algunos en visión, se convierten en sustancia candente e hirviente cuajando en un vórtice interior, que le permiten agarrar contenidos con el que modela un cuerpo inaccesible que se lleva por dentro, pero que escapa a todo intento de aprehensión. Cuerpo impalpable que le inspira y acompaña en medio de la soledad habitada. Ignacio apenas sí nos lo asoma entre palabras porque es su yo en desnudo.
Reflexionando desde otro andén, Nacho en su práctica literaria fue el desinterés hecho palabra, un fiel servidor de la literatura. Sin ánimo de protagonismo o de figuraciones efímeras, con el tesón que el campesino ara la tierra para prepararla para la siembra, fundó Cronopios hace 17 años. Un espacio abierto, tribuna sin distingos, y por ello, sin talanqueras que descriminan o decalifican al escritor naciente, o al de la frase ducha carente de pretensiones, sean estéticas o comerciales. Cronopios, lugar de cita del verso o del párrafo, en un patio de democracia literaria directa, donde todos los matices de la escritura confluyen para realizarse através del lector virtual anónimo, el cual es uno de los verdaderos lectores de literatura, que es áquel quien lee por el placer de saborear el texto, en cuya acción no se le exige nada, por que ni siquiera tiene la necesidad de dar las gracias al director del periódico o al escritor de la obra que acaba de leer. En este espacio, Ignacio zanjeó el primer paso de una vieja polémica en el plano teórico de la literatura por la literatura, es decir, el puro placer del vocablo. No me cabe duda que el hecho encierra una conquista, y es un gesto de generosidad inmensa en un mundo saturado de egoísmos y de intereses individuales, donde cada uno libra su propia guerra civil. Su desinterés le representó un costo en desasosiego por las restricciones de todo tipo, los azares y también las malediscencias. La privación material es una constante en Colombia que doblega al arte y a la cultura. No obstante, de derroches en sumas cuantiosas con fines oprobiosos y miserables, esquina del asco que impide que el estado haga presencia en una empresa como la que tenía Nacho, la que es pura savia que engrandece la nación.
Este hombre de palabra usó su jis sobre la pizarra social en defensa de los que nada pueden, básteme con señalar un caso solamente de la acción de los violentos ejercida sobre las minorías étnicas en Colombia, como fue la de los aborígenes Wayúu. He aquí una de sus líneas. Y escuché su llanto hondo y prolongado y tétrico, supe que un escalofrío de vapor recorría la columna vertebral del desierto, que los montículos de sal en las playas de Manaure ennnegrecían… …A mi compadre cacipa lo siguieron, lo persiguieron, lo invadieron, lo emboscaron, lo amarraron, lo martirizaron, lo asesinaron...
La palabra hizo al hombre pero no todos los hombres son de palabra, es por esto que ésta es un crisol de contenidos, ella es el hilo de los valores primigenios por que es el baúl de la memoria. Esto lo entendió Nacho a muy temprana edad, cuando la necesidad y la curiosidad de expresarse lo convirtió de un solo golpe en periodista y escritor. A los nueve años poniendo a prueba el alfabeto en una máquina vieja, hizo un periódico que en lo espacial circulaba en cien metros, y en cuanto a la cantidad, tenía un tiraje de cuatro ejemplares, con un nombre por fuera de lo habitual, La voz de la 13 A.
Ignacio fue un vericuetómano, término que él inventó para referirse a la revista Vericuetos, que es hecha en un soporte de papel, y que un grupo de colombianos, latinoamericanos y franceses publicamos aquí en París desde 1991. Fue uno de sus soberbios lectores y con apremios para recibirla. Como el correo se ha vuelto incierto y demorado, se la despachaba por el servicio de mano en mano para cumplir su exigencia. El ejemplar rara vez llegó en su primer envío, por aquello de que nadie entrega un libro a su destinatario. Siempre tuve que enviárselo una segunda y hasta una tercera vez. En honor a la verdad, sólo el escritor Fabio Martínez cumplió escrepulosamente con el encargo, con tanta pasión que prefirió dejarme sus lociones cuidadosamente seleccionadas en reputadas perfumerías, para poder embutir el ejemplar en su hinchada valija. La última remesa fue una verdadera odisea, tuve que mandársela tres veces. Me la reclamaba a mañana y tarde, por que estaba muy interesado en leer algunos pasajes inéditos de ciertos escritores que vivieron en esta ciudad. Después de haber hecho seguimiento con método de sabueso y sigilosas llamadas telefónicas, descubrí el impreso en posesión de una bella y prestigiosa poeta que lo tenía debajo de la almohada, la que después de leérselo de pasta a pasta, la comprometí para que se lo entregara a su destinatario.
Lo enteré de mis gestiones, el maestro la llamó, la amonestó severamente, se negó a recibirla en su apartamento, y en castigo, le exigió perentoriamente su envío inmediato por un servicio urbano privado, que según él me dijo: es muy caro pero eficiente.
Por Efer Arocha. Escritor arocha.efer@wanadoo.fr
París, 19-23 de diciembre de 2007
Agradecemos al escritor Fabio Martínez en envío del texto
“La vida también ha sido como un viaje,
y la muerte será mejor porque me iré sin equipaje,
que nunca me gustó cargar, porque soy un viajero sin maleta”.
Ignacio Ramírez
En dura lidia vivió siempre, unas veces por la vida y otra por los sueños. De Ignacio Ramírez se pueden escribir o decir muchas cosas, pero ese derecho corresponde a aquéllos que fueron sus compañeros de todo su trajinar. Otros, entre los cuales me encuentro, y que también fuimos sus amigos, pero a catorce mil kilómetros de distancia del lugar donde descansa la voluta de su cuerpo, afloramos nuestro pesar por el cariño y afecto que forja la amistad y la admiración por su calidad de humanista.
La noticia me ha causado dos efectos: una congoja que supera mi voluntad, que se rersistió aceptar el desenlace enmarcado en el campo lógico; porque los sentimientos son otra cosa, ellos miran la ausencia de áquel que ya no existe, a quien llamaba para hablar de libros, enviarle correos electrónicos o textos para Cronopios. Y una alegría por que finalmente logró montarse en la barca; debido a que la naturaleza, en esos gestos de mezquindad, lo retuvo durante once años para que conviviera con un padecimiento razonado. El poeta Jotamario Arbeláez, compañero de armas en la aventura literaria, -como decíamos en otra época-, en frases recurrentes construyó una imagen sobre el padecimiento razonado que lo dice todo. …se levantó el lunes de su cama, llegó al baño, pasó de largo por el espejo, se subió a la báscula electrónica como todos los días para vigilar la pérdida progresiva de su gramaje, y se encontró con que la aguja no se movió, permaneció en 0 kilos. Mierda -concretó el ser humano-, morí, ayer estaba pesando 47. No podía soportar tamaña levedad de su ser. Y se devolvió despacito en busca de su cadáver sobre la cama. Pero sobre la cama sólo estaba la manta aún caliente. Se tocó, y a pesar de estar casi en los huesos se sintió con masa…
Ignacio fue un creador con un alto grado de sensibilidad, polisemia, verosimilitud y mímesis, ésta última en su significación categorial y no lexical, elementos que se perciben sin dificultad por el tumulto de sus textos en una lectura de superficie. En Historia de una mujer que me sedujo desde una pared levantada en el viento; creación que puede clasificarse como una especie de crónica breve; sin embargo, en una lectura rigurosa revela una metáfora gigantesca explayada en una página, la cual presenta como eje temático la anécdota de una figura femenina en una valla de publicidad, que el narrador mirándola a la distancia en repetidas veces, comenzó por visionar el mundo del erotismo que ella contenía siguiendo un proceso de sublimación de sus formas corporales en un crescendo emocional que culmina en un enamoramiento apasionado. Esta es la lectura que se encuentra a flor de línea. Buceando codificaciones, existe una segunda y también una tercera lectura. La silueta de inspiración traspasa los límites de la visión para sumergirse en lo trascendental reminiscente, allí se encuentran las pulsiones y fobias que en tarjadas cicatrices es donde se esconden dolores o alegrías de las afirmaciones o frustraciones eróticas en el decurso del registro de cada individuo; en ese tejido tortuoso aparece la fertilidad del terreno para la idealización subyugante.
Ignacio tomó de la anterior imagen sus volúmenes y esa luz tenue y raquítica que lleva al descanso de la reflexión, para luego empujar al observador en función creativa por entre abigarrados matices que funden una cromática cuya lectura se da en los parámetros de la estética, en razón de que se trata del cuadro del pintor Fernando Maldonado. En ese ahí, al anhelador, la pintura no le inspira palabras sino sentimientos, como él lo dijo, al referirse a los materiales que reposan en su subconciente; que no son otros distintos, a esa serie de cuerpos femeninos, muchos reales y algunos en visión, se convierten en sustancia candente e hirviente cuajando en un vórtice interior, que le permiten agarrar contenidos con el que modela un cuerpo inaccesible que se lleva por dentro, pero que escapa a todo intento de aprehensión. Cuerpo impalpable que le inspira y acompaña en medio de la soledad habitada. Ignacio apenas sí nos lo asoma entre palabras porque es su yo en desnudo.
Reflexionando desde otro andén, Nacho en su práctica literaria fue el desinterés hecho palabra, un fiel servidor de la literatura. Sin ánimo de protagonismo o de figuraciones efímeras, con el tesón que el campesino ara la tierra para prepararla para la siembra, fundó Cronopios hace 17 años. Un espacio abierto, tribuna sin distingos, y por ello, sin talanqueras que descriminan o decalifican al escritor naciente, o al de la frase ducha carente de pretensiones, sean estéticas o comerciales. Cronopios, lugar de cita del verso o del párrafo, en un patio de democracia literaria directa, donde todos los matices de la escritura confluyen para realizarse através del lector virtual anónimo, el cual es uno de los verdaderos lectores de literatura, que es áquel quien lee por el placer de saborear el texto, en cuya acción no se le exige nada, por que ni siquiera tiene la necesidad de dar las gracias al director del periódico o al escritor de la obra que acaba de leer. En este espacio, Ignacio zanjeó el primer paso de una vieja polémica en el plano teórico de la literatura por la literatura, es decir, el puro placer del vocablo. No me cabe duda que el hecho encierra una conquista, y es un gesto de generosidad inmensa en un mundo saturado de egoísmos y de intereses individuales, donde cada uno libra su propia guerra civil. Su desinterés le representó un costo en desasosiego por las restricciones de todo tipo, los azares y también las malediscencias. La privación material es una constante en Colombia que doblega al arte y a la cultura. No obstante, de derroches en sumas cuantiosas con fines oprobiosos y miserables, esquina del asco que impide que el estado haga presencia en una empresa como la que tenía Nacho, la que es pura savia que engrandece la nación.
Este hombre de palabra usó su jis sobre la pizarra social en defensa de los que nada pueden, básteme con señalar un caso solamente de la acción de los violentos ejercida sobre las minorías étnicas en Colombia, como fue la de los aborígenes Wayúu. He aquí una de sus líneas. Y escuché su llanto hondo y prolongado y tétrico, supe que un escalofrío de vapor recorría la columna vertebral del desierto, que los montículos de sal en las playas de Manaure ennnegrecían… …A mi compadre cacipa lo siguieron, lo persiguieron, lo invadieron, lo emboscaron, lo amarraron, lo martirizaron, lo asesinaron...
La palabra hizo al hombre pero no todos los hombres son de palabra, es por esto que ésta es un crisol de contenidos, ella es el hilo de los valores primigenios por que es el baúl de la memoria. Esto lo entendió Nacho a muy temprana edad, cuando la necesidad y la curiosidad de expresarse lo convirtió de un solo golpe en periodista y escritor. A los nueve años poniendo a prueba el alfabeto en una máquina vieja, hizo un periódico que en lo espacial circulaba en cien metros, y en cuanto a la cantidad, tenía un tiraje de cuatro ejemplares, con un nombre por fuera de lo habitual, La voz de la 13 A.
Ignacio fue un vericuetómano, término que él inventó para referirse a la revista Vericuetos, que es hecha en un soporte de papel, y que un grupo de colombianos, latinoamericanos y franceses publicamos aquí en París desde 1991. Fue uno de sus soberbios lectores y con apremios para recibirla. Como el correo se ha vuelto incierto y demorado, se la despachaba por el servicio de mano en mano para cumplir su exigencia. El ejemplar rara vez llegó en su primer envío, por aquello de que nadie entrega un libro a su destinatario. Siempre tuve que enviárselo una segunda y hasta una tercera vez. En honor a la verdad, sólo el escritor Fabio Martínez cumplió escrepulosamente con el encargo, con tanta pasión que prefirió dejarme sus lociones cuidadosamente seleccionadas en reputadas perfumerías, para poder embutir el ejemplar en su hinchada valija. La última remesa fue una verdadera odisea, tuve que mandársela tres veces. Me la reclamaba a mañana y tarde, por que estaba muy interesado en leer algunos pasajes inéditos de ciertos escritores que vivieron en esta ciudad. Después de haber hecho seguimiento con método de sabueso y sigilosas llamadas telefónicas, descubrí el impreso en posesión de una bella y prestigiosa poeta que lo tenía debajo de la almohada, la que después de leérselo de pasta a pasta, la comprometí para que se lo entregara a su destinatario.
Lo enteré de mis gestiones, el maestro la llamó, la amonestó severamente, se negó a recibirla en su apartamento, y en castigo, le exigió perentoriamente su envío inmediato por un servicio urbano privado, que según él me dijo: es muy caro pero eficiente.
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Desde México en recuerdo de Ignacio
de Jorge Bustamante García < rumordeltiempo@gmail.com >
para ntcgra@gmail.com fecha 26-dic-2007 2:49
asunto Desde México en recuerdo de Ignacio
Para NTC …
Desde esta esquina del mundo va mi saludo y mi pesar por la partida de nuestro querido cronopio Ignacio. Siempre lo recordaré como un ser generoso, interesado genuinamente en los demás, disidente infatigable y creativo, escritor de sutil agudeza y humor entrañable, que en su diario virtual nos dio acceso a muchos para comunicar lo que pensamos. En mis visitas a Bogotá nos encontrábamos con Ignacio y el poeta Alvaro Rodríguez en un agradable cafecito de la Alhambra, en la calle 116 (anexo foto)*. Lo vi por última vez una tarde a finales de julio de este 2007 en su departamento, conversamos largo de muchas cosas y tuve el privilegio de sentarme en el centro de su laboratorio de Cronopios, donde Ignacio trabajaba con tenacidad todas las noches en pos de la palabra, en una red maravillosa de más de cincuenta mil lectores que logró consolidar. Me sorprendió la tenue soledad que lo rodeaba y la cantidad de botellas de cocacola semi llenas (a las que recurría -según me explicó- cada vez que sentía una bajada drástica de azúcar) colocadas en lugares estratégicos en la cocina, en la sala, en su habitación, en su estudio laboratorio desde donde emitía, noche tras noche, su diario virtual para los seres de palabra. Cerca de las diez de la noche me dijo amablemente que necesitaba iniciar su sesión de inyecciones que él mismo se aplicaba y que requería estar solo. Al salir le dejé algunos libros y unas revistas que le había llevado de México y él me dedicó su libro "La dama del guante verde". Lo abracé, me despedí y caminé hasta el Carulla cercano a su casa. En el trayecto pensé en la tenue soledad que lo rodeaba, me lo imaginé en su sesión solitaria y feroz de inyecciones y me conmovió el hecho de que minutos después de esa sesión sus entregas virtuales seguramente llegarían a miles de lectores de Cronopios, ajenos a su dolor y diseminados por muchos países. Mientras esperaba el taxi en la carrera 15, abrí su libro "La dama del guante verde" que llevaba en mis manos y en medio de la penumbra de aquella noche logré leer su dedicatoria: "para JBG, hermano en la palabra y amigo querido. Con un abrazo, Ignacio". Entonces supe que ni él, ni yo, estábamos solos. Siempre lo recordaré así.
Jorge Bustamante García
de Jorge Bustamante García < rumordeltiempo@gmail.com >
para ntcgra@gmail.com fecha 26-dic-2007 2:49
asunto Desde México en recuerdo de Ignacio
Para NTC …
Desde esta esquina del mundo va mi saludo y mi pesar por la partida de nuestro querido cronopio Ignacio. Siempre lo recordaré como un ser generoso, interesado genuinamente en los demás, disidente infatigable y creativo, escritor de sutil agudeza y humor entrañable, que en su diario virtual nos dio acceso a muchos para comunicar lo que pensamos. En mis visitas a Bogotá nos encontrábamos con Ignacio y el poeta Alvaro Rodríguez en un agradable cafecito de la Alhambra, en la calle 116 (anexo foto)*. Lo vi por última vez una tarde a finales de julio de este 2007 en su departamento, conversamos largo de muchas cosas y tuve el privilegio de sentarme en el centro de su laboratorio de Cronopios, donde Ignacio trabajaba con tenacidad todas las noches en pos de la palabra, en una red maravillosa de más de cincuenta mil lectores que logró consolidar. Me sorprendió la tenue soledad que lo rodeaba y la cantidad de botellas de cocacola semi llenas (a las que recurría -según me explicó- cada vez que sentía una bajada drástica de azúcar) colocadas en lugares estratégicos en la cocina, en la sala, en su habitación, en su estudio laboratorio desde donde emitía, noche tras noche, su diario virtual para los seres de palabra. Cerca de las diez de la noche me dijo amablemente que necesitaba iniciar su sesión de inyecciones que él mismo se aplicaba y que requería estar solo. Al salir le dejé algunos libros y unas revistas que le había llevado de México y él me dedicó su libro "La dama del guante verde". Lo abracé, me despedí y caminé hasta el Carulla cercano a su casa. En el trayecto pensé en la tenue soledad que lo rodeaba, me lo imaginé en su sesión solitaria y feroz de inyecciones y me conmovió el hecho de que minutos después de esa sesión sus entregas virtuales seguramente llegarían a miles de lectores de Cronopios, ajenos a su dolor y diseminados por muchos países. Mientras esperaba el taxi en la carrera 15, abrí su libro "La dama del guante verde" que llevaba en mis manos y en medio de la penumbra de aquella noche logré leer su dedicatoria: "para JBG, hermano en la palabra y amigo querido. Con un abrazo, Ignacio". Entonces supe que ni él, ni yo, estábamos solos. Siempre lo recordaré así.
Jorge Bustamante García
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* NoTiCa de NTC … : Esta fotografía y otras (nuevas y "viejas") recientemente enviadas por amigos de Nacho y topadas en internet las reuniremos en una página especial ("ALBUM") de este Portal Blog que estamos elaborando para publicar a la mayor brevedad. Gracias a quienes han aportado y aquellos que lo hagan.
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Los fantasmas felices
Por Fabio Martínez
Tomado de Cronopios Diario virtual
http://cronopiosdiariovirtual.blogspot.com/2007/09/los-fantasmas-felices.html Septiembre 21, 2007
El poeta inglés John Donne, al escuchar en su pueblo el tañido de las campanas, afirmaba que éstas suenan por nosotros que algún día vamos a morir. Ese tañir de campanas es el espejo de la muerte. El recuerdo de que no somos eternos o infinitos. Y que algún día, querámoslo o no, estaremos metidos en ese estuche de madera, devorados por el fuego o consumidos por los gusanos.
Esta certeza -en medio de un mundo incierto, como el que estamos viviendo-, fue la que sirvió de fuente de inspiración al escritor Ignacio Ramírez Pinzón, para escribir un libro maravilloso sobre los muertos felices, que desde la infancia han rodeado su existencia.
Para algunos lectores, el título del libro -Los fantasmas felices - puede ser una paradoja, debido a que en nuestras culturas, la muerte, con su profundo sentido religioso, siempre ha sido solemne, trascendental, y lo peor de todo, ha estado desligada de la vida.
Por esto, sólo un escritor agnóstico y esotérico como es Ignacio, podía escribir un libro desacralizador y lleno de humor, alrededor de un tema tan espinoso para la raza humana.
En las cincuenta y cuatro prosas poéticas que componen el libro, Ramírez le hace un homenaje a los muertos ilustres, pero no desde la perspectiva trascendental y religiosa con que se ha visto a los difuntos, sino desde una visión profundamente humana, laica y holística.
Para Ramírez, la muerte está estrechamente ligada a la existencia, hace parte de la vida, de la que nadie puede escapar.
Vida y muerte, la única pareja indisoluble que se mantiene fiel hasta el final de nuestros días.
Por esto, el escritor bogotano, que se acerca a la muerte con el espíritu del sabueso, trata a la Dama de negro con respeto, pero al mismo tiempo, la desacraliza, la ironiza y se burla de ella para así hacerla más humana.
El libro, que fue editado en Bogotá por Teresa Montealegre y está ilustrado con viñetas del mexicano José Guadalupe Posada, se abre con tres semblanzas entrañables que nos remiten al origen del escritor: “Felisa” dedicada a su madre; “El tren”, donde viaja con él la remembranza de su padre y “El tío de las flores”, que nos relaciona y encariña con su tío Miguel, quien tuvo el privilegio de ser un jardinero auténtico.
Pienso que en estos tres relatos literarios se encuentran las raíces más profundas del hombre que desde su infancia se perfilaba como un escritor.
En la declaración de poesía en memoria de su madre está presente el amor y el desenfreno por la lectura. En la proclama vital sobre su padre se encuentra la desbordada pasión por los viajes. En el vuelo de palabras sobre su tío el jardinero está el amor por la naturaleza y por los seres que armonizan con ella.
Estos tres elementos: el amor, los libros y los viajes son los que marcarán el destino literario de Ignacio Ramírez.
Luego, rompiendo con el micro-universo familiar, el libro se abrirá al mundo de los muertos ilustres del arte y la literatura. La mayoría, muertos por alguna enfermedad o de viejos; a excepción del compadre Cacipa, que murió en la Guajira colombiana por las hordas salvajes de los paramilitares.
Allí, bajo la pluma fina del hermano Cronopio, desfilan: Henry Miller, el viejo calvo y marrullero; Ítalo Calvino que ante las miserias del mundo terrenal, prefirió vivir en la copa de los árboles; el pintor Alejandro Obregón; el novelista del patio, Héctor Rojas Herazo; el poeta Fernando Charry Lara; el maestro Enrique Buenaventura; Julio Cortázar, el Cronopio que murió de amor; el maese Pedro Gómez Valderrama; la escritora barranquillera Marvel Moreno; Celia Cruz, la guarachera de Cuba; el pintor venezolano Jesús Rafael Soto; el novelista del Tolima César Pérez; María Félix, la Doña inmortal que finalmente sucumbió; el paisa de Tibacuy; Rafael Chaparro Madiedo, el nefelibata; Germán Vargas Cantillo, el lector currambero; el pintor caleño Kat; Cachifo, el escritor nadaísta; el novelista mexicano Juan José Arreola; René Rebetez, el escritor cosmogónico; Eduardo Pachón Padilla, el hombre que fue un cuento; Miguel de Francisco, quien murió en París con aguacero; Luz Fanny Ortiz, que aún canta en el Son de los grillos y el maestro Arturo Alape.
Mausoleo de hombres y mujeres ilustres descritos por la pluma exquisita de Ignacio Ramírez Pinzón.
Muertos célebres, que viviendo bajo tierra hoy están más vivos que nunca.
Por Fabio Martínez
Tomado de Cronopios Diario virtual
http://cronopiosdiariovirtual.blogspot.com/2007/09/los-fantasmas-felices.html Septiembre 21, 2007
El poeta inglés John Donne, al escuchar en su pueblo el tañido de las campanas, afirmaba que éstas suenan por nosotros que algún día vamos a morir. Ese tañir de campanas es el espejo de la muerte. El recuerdo de que no somos eternos o infinitos. Y que algún día, querámoslo o no, estaremos metidos en ese estuche de madera, devorados por el fuego o consumidos por los gusanos.
Esta certeza -en medio de un mundo incierto, como el que estamos viviendo-, fue la que sirvió de fuente de inspiración al escritor Ignacio Ramírez Pinzón, para escribir un libro maravilloso sobre los muertos felices, que desde la infancia han rodeado su existencia.
Para algunos lectores, el título del libro -Los fantasmas felices - puede ser una paradoja, debido a que en nuestras culturas, la muerte, con su profundo sentido religioso, siempre ha sido solemne, trascendental, y lo peor de todo, ha estado desligada de la vida.
Por esto, sólo un escritor agnóstico y esotérico como es Ignacio, podía escribir un libro desacralizador y lleno de humor, alrededor de un tema tan espinoso para la raza humana.
En las cincuenta y cuatro prosas poéticas que componen el libro, Ramírez le hace un homenaje a los muertos ilustres, pero no desde la perspectiva trascendental y religiosa con que se ha visto a los difuntos, sino desde una visión profundamente humana, laica y holística.
Para Ramírez, la muerte está estrechamente ligada a la existencia, hace parte de la vida, de la que nadie puede escapar.
Vida y muerte, la única pareja indisoluble que se mantiene fiel hasta el final de nuestros días.
Por esto, el escritor bogotano, que se acerca a la muerte con el espíritu del sabueso, trata a la Dama de negro con respeto, pero al mismo tiempo, la desacraliza, la ironiza y se burla de ella para así hacerla más humana.
El libro, que fue editado en Bogotá por Teresa Montealegre y está ilustrado con viñetas del mexicano José Guadalupe Posada, se abre con tres semblanzas entrañables que nos remiten al origen del escritor: “Felisa” dedicada a su madre; “El tren”, donde viaja con él la remembranza de su padre y “El tío de las flores”, que nos relaciona y encariña con su tío Miguel, quien tuvo el privilegio de ser un jardinero auténtico.
Pienso que en estos tres relatos literarios se encuentran las raíces más profundas del hombre que desde su infancia se perfilaba como un escritor.
En la declaración de poesía en memoria de su madre está presente el amor y el desenfreno por la lectura. En la proclama vital sobre su padre se encuentra la desbordada pasión por los viajes. En el vuelo de palabras sobre su tío el jardinero está el amor por la naturaleza y por los seres que armonizan con ella.
Estos tres elementos: el amor, los libros y los viajes son los que marcarán el destino literario de Ignacio Ramírez.
Luego, rompiendo con el micro-universo familiar, el libro se abrirá al mundo de los muertos ilustres del arte y la literatura. La mayoría, muertos por alguna enfermedad o de viejos; a excepción del compadre Cacipa, que murió en la Guajira colombiana por las hordas salvajes de los paramilitares.
Allí, bajo la pluma fina del hermano Cronopio, desfilan: Henry Miller, el viejo calvo y marrullero; Ítalo Calvino que ante las miserias del mundo terrenal, prefirió vivir en la copa de los árboles; el pintor Alejandro Obregón; el novelista del patio, Héctor Rojas Herazo; el poeta Fernando Charry Lara; el maestro Enrique Buenaventura; Julio Cortázar, el Cronopio que murió de amor; el maese Pedro Gómez Valderrama; la escritora barranquillera Marvel Moreno; Celia Cruz, la guarachera de Cuba; el pintor venezolano Jesús Rafael Soto; el novelista del Tolima César Pérez; María Félix, la Doña inmortal que finalmente sucumbió; el paisa de Tibacuy; Rafael Chaparro Madiedo, el nefelibata; Germán Vargas Cantillo, el lector currambero; el pintor caleño Kat; Cachifo, el escritor nadaísta; el novelista mexicano Juan José Arreola; René Rebetez, el escritor cosmogónico; Eduardo Pachón Padilla, el hombre que fue un cuento; Miguel de Francisco, quien murió en París con aguacero; Luz Fanny Ortiz, que aún canta en el Son de los grillos y el maestro Arturo Alape.
Mausoleo de hombres y mujeres ilustres descritos por la pluma exquisita de Ignacio Ramírez Pinzón.
Muertos célebres, que viviendo bajo tierra hoy están más vivos que nunca.
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Ignacio Ramírez: Un hombre de palabra
Por Juan Manuel Roca
Periódico Ciudad Viva Enero 2007
http://www.ciudadviva.gov.co/enero07/magazine/4/index.php
http://www.ciudadviva.gov.co/enero07/magazine/4/1big.jpg foto
Mi infancia fue itinerante, como si resultara que cada casa fuera una estación, una estancia que anunciaba otro viaje. Mi familia tuvo el hábito del nomadeo, casi a gusto, y no como el andareguear del desplazado a la fuerza. Entre cajas de libros, espejos recubiertos de cobijas, chécheres de toda naturaleza y más cajas, estaba yo, un niño asombrado.
Cuando cumplí los siete años me vi embalado entre todos esos objetos caseros, con rumbo a Bogotá. Dejé entonces la luminosa Medellín y de pronto me vi en una casa vieja del centro de la capital, en la carrera 13A, legendaria en el recuerdo, en barrio Alameda hoy copado de prostíbulos, y con todos los sueños de futbolista intactos. Lo primero que propicia una amistad siendo niño es el juego. Si ese juego se hace tras de un balón que se comparte a través de pases, de esguinces y de goles, posiblemente la complicidad sea mayor. Pues bien. De esa raigambre viene mi amistad de más de cincuenta años, léase bien, de más diez décadas, y no alcanzo a calcular cuántos desastrosos períodos presidenciales se han ido en esto, con Ignacio Ramírez, un hombre de palabra.
Es curioso que de todos esos amigos de la infancia, los Peláez, los Restrepo, los Shröeder, los Pava, los Galindo, con el único que siga intacta la amistad, como cosida con hilo de cáñamo, sea con Nacho, a quien dejé de ver muchos años tras mi regreso a Medellín. Dejé de verlo pero no de seguirlo en sus artículos publicados en revistas y diarios bogotanos, lo mismo que a través de su periodismo televisivo. Ya en la distancia, no nos unía el balón sino la palabra, como cuando fundó en esa legendaria infancia que compartimos un periódico de la cuadra que él hacía en su totalidad, desde las caricaturas, los titulares, las noticias, los avatares de la calle donde pateábamos un balón de sol a luna. Ni más ni menos que lo que hace hoy con la imprescindible publicación de Cronopios.
Un buen día prendí un televisor en la noche medellinense. Y ahí estaba Nacho, leyendo noticias con esa voz pedregosa y sonora y cálida de siempre. Dijo, y yo aplaudí con entusiasmo, que acababa de morir el generalísimo Francisco Franco y que su jefe en el noticiero, Alberto Acosta, franquista como mi padre, quería que leyera una noticia luctuosa, llena de admiración por el tirano. En vez de leer el panegírico, Ignacio anunció con ese impulso vital de la juventud, que renunciaba al noticiero. Lo hizo en público, en un acto de valor y de pasión libertaria que me hizo llamar a mis compinches de lecturas y desvelos, para festejar a mi viejo amigo con varios vivas por su renuncia y con otros varios vivas por la desaparición del dinosaurio español.
Luego vendrían los reencuentros en la palabra. Ignacio fue quizá el primero en escribir sobre mi primerizo libro, mi balbuceante ópera prima Memoria del agua. Me invitó entonces a dirigir un galería de arte en Bogotá, Artes Galería, donde pasé casi una década festejando la pintura de Samudio, de Góngora, de Rendón, de Murúa y de muchos nuevos pintores colombianos. Allí, en Artes Galería, de propiedad del fallecido Eduardo Guzmán, compartí por primera vez con ese espectáculo humano de sensibilidad indócil llamado Antonio Samudio, un hombre de pincel que nunca ha dejado de ser, también, un hombre de palabra. No de la palabra escrita, como la de Nacho, sino de la palabra hablada y díscola, como la de pocos.
A Nacho, mi compadre cincuentenario, mi hermano en la duras y en las maduras, le debo tanto que las palabras, otra vez las palabras, me resultan precarias. Sé que no anda bien de la salud del cuerpo pero que anda mejor que todos nosotros de la salud del alma. Como buen Cronopio, no ama la Fama. Pero trabaja de manera incansable por el reconocimiento de los demás.
Por todo esto, por tantos avatares de Nacho que tantos miramos con asombro y admiración, lanzo tres vivas, los mismos vivas que lancé cuando Nacho hizo un gol de chilena en la que llamábamos la Cancha de las Mariposas, en cercanías al paso del tren en el barrio Santa Fé, los mismos vivas que lancé cuando el caso y el ocaso del generalísimo, los mismos tras la lectura de sus relatos y sus crónicas.
No sé a quién corresponda pedirle que conserve a Ignacio Ramírez en el ejercicio de la palabra, si a Yavé, a Jehová, a Buziraco, a Buda, a Zoroastro o a Yemayá, pero para curarme en salud le pido a todos ellos que conserven la voz y el talento y el talante y la generosidad de Nacho por otros cincuenta años que, sumados, no son cien años de soledad.
Por Juan Manuel Roca
Periódico Ciudad Viva Enero 2007
http://www.ciudadviva.gov.co/enero07/magazine/4/index.php
http://www.ciudadviva.gov.co/enero07/magazine/4/1big.jpg foto
Mi infancia fue itinerante, como si resultara que cada casa fuera una estación, una estancia que anunciaba otro viaje. Mi familia tuvo el hábito del nomadeo, casi a gusto, y no como el andareguear del desplazado a la fuerza. Entre cajas de libros, espejos recubiertos de cobijas, chécheres de toda naturaleza y más cajas, estaba yo, un niño asombrado.
Cuando cumplí los siete años me vi embalado entre todos esos objetos caseros, con rumbo a Bogotá. Dejé entonces la luminosa Medellín y de pronto me vi en una casa vieja del centro de la capital, en la carrera 13A, legendaria en el recuerdo, en barrio Alameda hoy copado de prostíbulos, y con todos los sueños de futbolista intactos. Lo primero que propicia una amistad siendo niño es el juego. Si ese juego se hace tras de un balón que se comparte a través de pases, de esguinces y de goles, posiblemente la complicidad sea mayor. Pues bien. De esa raigambre viene mi amistad de más de cincuenta años, léase bien, de más diez décadas, y no alcanzo a calcular cuántos desastrosos períodos presidenciales se han ido en esto, con Ignacio Ramírez, un hombre de palabra.
Es curioso que de todos esos amigos de la infancia, los Peláez, los Restrepo, los Shröeder, los Pava, los Galindo, con el único que siga intacta la amistad, como cosida con hilo de cáñamo, sea con Nacho, a quien dejé de ver muchos años tras mi regreso a Medellín. Dejé de verlo pero no de seguirlo en sus artículos publicados en revistas y diarios bogotanos, lo mismo que a través de su periodismo televisivo. Ya en la distancia, no nos unía el balón sino la palabra, como cuando fundó en esa legendaria infancia que compartimos un periódico de la cuadra que él hacía en su totalidad, desde las caricaturas, los titulares, las noticias, los avatares de la calle donde pateábamos un balón de sol a luna. Ni más ni menos que lo que hace hoy con la imprescindible publicación de Cronopios.
Un buen día prendí un televisor en la noche medellinense. Y ahí estaba Nacho, leyendo noticias con esa voz pedregosa y sonora y cálida de siempre. Dijo, y yo aplaudí con entusiasmo, que acababa de morir el generalísimo Francisco Franco y que su jefe en el noticiero, Alberto Acosta, franquista como mi padre, quería que leyera una noticia luctuosa, llena de admiración por el tirano. En vez de leer el panegírico, Ignacio anunció con ese impulso vital de la juventud, que renunciaba al noticiero. Lo hizo en público, en un acto de valor y de pasión libertaria que me hizo llamar a mis compinches de lecturas y desvelos, para festejar a mi viejo amigo con varios vivas por su renuncia y con otros varios vivas por la desaparición del dinosaurio español.
Luego vendrían los reencuentros en la palabra. Ignacio fue quizá el primero en escribir sobre mi primerizo libro, mi balbuceante ópera prima Memoria del agua. Me invitó entonces a dirigir un galería de arte en Bogotá, Artes Galería, donde pasé casi una década festejando la pintura de Samudio, de Góngora, de Rendón, de Murúa y de muchos nuevos pintores colombianos. Allí, en Artes Galería, de propiedad del fallecido Eduardo Guzmán, compartí por primera vez con ese espectáculo humano de sensibilidad indócil llamado Antonio Samudio, un hombre de pincel que nunca ha dejado de ser, también, un hombre de palabra. No de la palabra escrita, como la de Nacho, sino de la palabra hablada y díscola, como la de pocos.
A Nacho, mi compadre cincuentenario, mi hermano en la duras y en las maduras, le debo tanto que las palabras, otra vez las palabras, me resultan precarias. Sé que no anda bien de la salud del cuerpo pero que anda mejor que todos nosotros de la salud del alma. Como buen Cronopio, no ama la Fama. Pero trabaja de manera incansable por el reconocimiento de los demás.
Por todo esto, por tantos avatares de Nacho que tantos miramos con asombro y admiración, lanzo tres vivas, los mismos vivas que lancé cuando Nacho hizo un gol de chilena en la que llamábamos la Cancha de las Mariposas, en cercanías al paso del tren en el barrio Santa Fé, los mismos vivas que lancé cuando el caso y el ocaso del generalísimo, los mismos tras la lectura de sus relatos y sus crónicas.
No sé a quién corresponda pedirle que conserve a Ignacio Ramírez en el ejercicio de la palabra, si a Yavé, a Jehová, a Buziraco, a Buda, a Zoroastro o a Yemayá, pero para curarme en salud le pido a todos ellos que conserven la voz y el talento y el talante y la generosidad de Nacho por otros cincuenta años que, sumados, no son cien años de soledad.
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El mundo de las letras despidió ayer al 'cronopio mayor': Ignacio Ramírez Pinzón
EL TIEMPO . edicionimpresa / cultura Diciembre 21 de 2007
http://www.eltiempo.com/tiempoimpreso/edicionimpresa/cultura/2007-12-21/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3868911.html
Foto: http://www.eltiempo.com/tiempoimpreso/edicionimpresa/cultura/2007-12-21/IMAGEN/IMAGEN-3869327-2.jpg
EL TIEMPO . edicionimpresa / cultura Diciembre 21 de 2007
http://www.eltiempo.com/tiempoimpreso/edicionimpresa/cultura/2007-12-21/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3868911.html
Foto: http://www.eltiempo.com/tiempoimpreso/edicionimpresa/cultura/2007-12-21/IMAGEN/IMAGEN-3869327-2.jpg
Durante varios años, Ignacio Ramírez escribió la columna 'Literalúdica' para el suplemente Lecturas Fin de Semana, de EL TIEMPO. El pasado miércoles, falleció en Bogotá el escritor Ignacio Ramírez Pinzón, conocido por sus amigos con cariño como 'Nacho' o 'Cronopio Mayor', por su tradicional página en Internet Cronopios, donde comentaba los acontecimientos del mundo cultural.
Ramírez fue colaborador, durante algunos años, del suplemento literario Lecturas Fin de Semana de este diario, donde publicó su columna 'Literalúdica', con noticias y novedades literarias.
Uno de sus amigos más cercanos fue el poeta Juan Manuel Roca, quien recuerda su vocación por las letras desde que jugaban juntos en el barrio Santa Fe de la capital. "Siendo muy niños, Ignacio tenía un periódico en donde registraba toda la vida del barrio. Él mismo hacía las caricaturas, el crucigrama y los titulares".
Roca recuerda que era un ávido lector que vivía al día de toda la actividad cultural. Sus últimos años los dedicó, por completo, a su página de Internet donde publicaba pequeños textos de escritores colombianos, textos de crítica literaria y de artes plásticas.
Durante la pasada Feria del Libro de Bogotá, se presentaron sus dos últimos libros, La dama del guante verde y Los fantasmas felices.
Ramírez, sepultado ayer, trabajó para varios medios de comunicación nacionales y del extranjero, y fue presentador de varios programas de televisión. Otro de sus amigos, Óscar Domínguez, también lo recuerda como un trotamundos empedernido. "Organizó una veintena de festivales de cultura en Europa", dice.
En sus épocas de cronista radial por el país, conoció en Maicao a su primera esposa, Gloria Boscán, una princesa wayú, con quien tuvo tres hijos. "Tenía una capacidad impresionante para hacer amigos, dada su simpatía y su generosidad", recuerda Domínguez.
'Nacho' afrontó con coraje una penosa enfermedad que esta semana silenció su pluma. "La catarsis, la forma de exorcizar su enfermedad fue dedicarse en Cronopios a exaltar la obra de los demás con una generosidad sin límites. Yo digo que la mitad de la vida Ignacio se dedicó a hacer su obra, pero la otra mitad a complementar la obra de los demás", concluye Roca.
Ramírez fue colaborador, durante algunos años, del suplemento literario Lecturas Fin de Semana de este diario, donde publicó su columna 'Literalúdica', con noticias y novedades literarias.
Uno de sus amigos más cercanos fue el poeta Juan Manuel Roca, quien recuerda su vocación por las letras desde que jugaban juntos en el barrio Santa Fe de la capital. "Siendo muy niños, Ignacio tenía un periódico en donde registraba toda la vida del barrio. Él mismo hacía las caricaturas, el crucigrama y los titulares".
Roca recuerda que era un ávido lector que vivía al día de toda la actividad cultural. Sus últimos años los dedicó, por completo, a su página de Internet donde publicaba pequeños textos de escritores colombianos, textos de crítica literaria y de artes plásticas.
Durante la pasada Feria del Libro de Bogotá, se presentaron sus dos últimos libros, La dama del guante verde y Los fantasmas felices.
Ramírez, sepultado ayer, trabajó para varios medios de comunicación nacionales y del extranjero, y fue presentador de varios programas de televisión. Otro de sus amigos, Óscar Domínguez, también lo recuerda como un trotamundos empedernido. "Organizó una veintena de festivales de cultura en Europa", dice.
En sus épocas de cronista radial por el país, conoció en Maicao a su primera esposa, Gloria Boscán, una princesa wayú, con quien tuvo tres hijos. "Tenía una capacidad impresionante para hacer amigos, dada su simpatía y su generosidad", recuerda Domínguez.
'Nacho' afrontó con coraje una penosa enfermedad que esta semana silenció su pluma. "La catarsis, la forma de exorcizar su enfermedad fue dedicarse en Cronopios a exaltar la obra de los demás con una generosidad sin límites. Yo digo que la mitad de la vida Ignacio se dedicó a hacer su obra, pero la otra mitad a complementar la obra de los demás", concluye Roca.
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ALGUNOS ENLACES CON PUBLICACIONES de NTC ... sobre IGNACIO:
***En NTC …, por ahora y entre otras referencias, hemos publicado:
1.1.- NTC ... 265 Nos Topamos Con ... Mayo 6, 2.007 Numerla 1.3
http://ntcblog.blogspot.com/2007_05_06_archive.html "LA DAMA DEL GUANTE VERDE y textos de otros colores" de IGNACIO RAMÍREZ*. UNal., Colección Viernes de Poesía, No. 50 . Primera edición 23 de Abril de 2.007. 55 págs.
http://ntcblog.blogspot.com/2007_05_06_archive.html "LA DAMA DEL GUANTE VERDE y textos de otros colores" de IGNACIO RAMÍREZ*. UNal., Colección Viernes de Poesía, No. 50 . Primera edición 23 de Abril de 2.007. 55 págs.
1.2.- http://ntcblog.blogspot.com/2007_12_09_archive.html (NTC 276 actualizaciones)
1.3.- http://cronopiosreproducciones-ntc.blogspot.com/ Cronopios Reproducciones, Blog que abrimos el 30 de abril de 2007 con el ánimo de tratar de publicar allí buena parte de los CRONOPIOS intentando que el periódico virtual tuviera una especie de archivo digital consecutivo … .
1.4.- "Monólogo del perplejo" por IR en NTC ... Documentos (dic. 20, 2007): http://ntc-documentos.blogspot.com/2007/12/monlogo-del-perplejo-por-ignacio-ramrez.html
1.5.- NTC … 277 que está por salir esta semana estará totalmente dedicado a IGNACIO. Gracias por los materiales que nos pudieras enviar.